Actualmente, cuando uno entra a la primera sección del Bosque de Chapultepec por la entrada principal del Paseo de la Reforma puede ver durante su ingreso, sobre el puente que cruza Circuito Interior, una exposición fotográfica dedicada a los militares. Esta exposición, sin curaduría, parece más bien un acto de propaganda donde muestran los diferentes objetivos que tiene el Ejército en el país. Una especie de romantización heroica de las labores del Ejército Mexicano.
Los espacios que fueran dedicados alguna vez a la cultura y las artes, hoy parecen más bien una campaña proselitista, sin una postura que tenga que ver con el impacto cultural y artístico de un espacio que supuestamente está dedicado a eso, como galería al aire libre. ¿La cultura en esta Ciudad, con el proyecto Chapultepec al que se le han destinado tantos millones de pesos, ahora es también parte de los militares?
Sobre la avenida Álvaro Obregón, casi esquina con la avenida Insurgentes, en la alcaldía Cuauhtémoc, es también el Ejército el que ha construido una nueva sucursal del Banco del Bienestar. Todos los proyectos insignia del presidente Andrés Manuel López Obrador y, sobre todo, los que se concentran en la Ciudad de México están en manos del Ejército.
En 2019, cuando se creó la Guardia Civil, el acuerdo dictaba que la corporación debía tener un mando civil. Sin embargo, esta semana López Obrador advirtió sobre un nuevo decreto donde planea que la Secretaría de la Defensa, o sea los militares, absorba a la Guardia Nacional para una supuesta optimización de resultados. Esto significaría, entre otras cosas, erradicar el concepto de mando civil para tener un mando único en el Ejército.
¿Cuánto más poder le quiere dar el Presidente al Ejército?
Cuando nos hacemos estas preguntas deberíamos también cuestionarnos el impacto de estas decisiones dentro y fuera de la Ciudad de México: en aeropuertos, trenes y hasta en la distribución de vacunas.
Lo político está fuertemente militarizado. La importancia de entender esto es que difícilmente hay un punto de retorno. Una vez con el poder, los militares no volverán a los cuarteles por cuenta propia.
Es probablemente la corrupción el mayor problema en el combate a la inseguridad en México. Si no fuera esto, sería incomprensible el alto grado de impunidad que existe por parte de las instituciones. Son los mismos estados, rebasados por la violencia, los que piden el apoyo del Ejército para este combate.
No es mucha la diferencia con la estrategia de seguridad fallida de Felipe Calderón, en la que no solo se demostró la corrupción en las altas esferas, como en el caso García Luna, sino que además nos da un preámbulo de lo que podría pasar con estas decisiones arbitrarias en el poder.
Hace apenas unos días, Viri Ríos decía en una entrevista que la corrupción no es por lo menos el principal problema de México porque eso se podría regular con mejores auditorías; el verdadero problema de México está justamente en que aún en un país sin corrupción las mayores injusticias de este país están perfectamente legalizadas.
Hoy en día, pensar en esta transformación de las instituciones no es un combate a la corrupción sino una transformación del aparato que a final de cuentas sigue siendo absolutamente obsoleto ante las injusticias de este país.