Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, explicó hace unos días que se trata de un tema político y no de un asunto sanitario la negación al regreso a clases por parte de la ciudadanía, pues la vacunación ha avanzado sin contratiempos en la capital del país.

La Organización Mundial de la Salud recomienda ampliamente que los niños regresen a las aulas, pues son los más afectados en su desarrollo social y emocional a causa del confinamiento.

Esta recomendación de la OMS está basada en las estadísticas de muertes por Covid-19 en el mundo y su índice bajísimo en menores de edad, pero aquí el contexto es muy importante para entender la postura de la sociedad.

Aun cuando los países europeos han mantenido abiertas las aulas desde el curso escolar pasado, la realidad es que los mecanismos internos de las instituciones tienen abismales diferencias. Una de ellas puede ser, incluso, la cantidad de alumnos por salón.

En una ciudad como la CDMX, el traslado implica el inevitable contacto con muchísimas personas que viajan recurrentemente en el servicio de transporte colectivo, millones de personas que día a día se exponen y que se ven orillados a la necesidad de salir por llevar el pan a la mesa.

El argumento de que la vacunación ha avanzado sin contratiempos es sólo una parte de la solución. El miedo es un aire latente porque todos hemos visto lo que significa que cualquier vacuna no sea eficaz 100%. Seguimos perdiendo gente incluso vacunada. Todos seguimos en riesgo, y aún más los que no están considerados a vacunarse: los niños. ¿Qué necesidad hay de exponerlos en la tercera ola de casos masivos?

Contrario a la declaración de Sheinbaum, la sociedad en la Ciudad de México, la sociedad de los otros datos, es consciente del riesgo, de que no hay ninguna necesidad de exponernos.

Mientras que las escuelas en Europa cuentan con protocolos internos, que implican salones burbuja en los que se mantiene cero contacto entre alumnos que no pertenezcan a la misma clase, y alertas tempranas en caso de algún contagio en casa por parte de los padres, debemos recordar que muchas aulas escolares en un periodo normal a veces pasan semanas sin agua, sin jabón para manos o sin papel de baño.

¿Cómo se garantiza la higiene de todo el sistema educativo si no se ha podido cubrir ni la falta de agua potable en las zonas más vulnerables? La garantía del Estado por el derecho a la educación no se está atropellando si los protocolos fueran los justos para seguir tomando las clases virtuales.

Pero hay un deseo anacrónico que pone en riesgo la vida de muchas personas, docentes y padres de familia, pero, sobre todo, de niñas y niños.

Es cierto que la reactivación económica y la educación tienen un vínculo muy fuerte, las escuelas privadas, las empresas de transportes escolares, los uniformes; pero cómo el gobierno puede garantizar esto.

Cómo la frase “primero los pobres” se hará vigente por primera vez, para que la gente que viaja en Metro, Metrobús y peseros pueda trasladarse de manera segura y una vez en la escuela garantizar también su salud.

El regreso a clases debe ser una prioridad, pero también un gran compromiso.

Twitter: @alepuente100 

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