Me parece muy importante voltear a ver y comprender, así como cuestionar las razones por las que los gobiernos autoritarios, abanderados por la imposición y la idea condicionante de que el autoritarismo es la única vía hacia la “seguridad” parecieran tan relevantes en pleno 2023.

La Ciudad de México está en vísperas de un año de campaña y elecciones. Los candidatos y personas que ambicionan la jefatura de gobierno salen hasta por debajo de las piedras, sin embargo, llama la atención la particular presencia de dos candidatos que su principal enfoque radica en la mano dura y el freno a la violencia, como si el autoritarismo fuera en sí un atributo de sus anteriores cargos. Sin embargo, más cuestionable me resulta pensar en dónde es que ganan popularidad estos personajes.

La primera que me viene a la mente es la candidata, también alcaldesa, conocida precisamente por su “operativo diamante” que consiste básicamente en desmantelar las estructuras que instalaron muchísimos locales comerciales durante la pandemia para crear espacios más seguros ante el contagio. La realidad es que muchísimos de estos restaurantes con el paso del tiempo basaban su modelo de negocio con uso en la vía pública apropiándose así del espacio público. En ese sentido, por supuesto que era necesario reorganizar los permisos y las estructuras, sin embargo no fue hasta que la entonces alcaldesa llegaba con su equipo a desmantelar, cortar, y remover todo lo que ocupara la vía pública por parte de estos restaurantes. La popularidad creció cuando esto fue viralizado en redes sociales con videos donde se veía a la candidata con una sierra, vestida con algo parecido a un uniforme policial, cortando las estructuras, imponiendo supuestamente orden en las calles de la delegación.

Por otro lado, otro candidato es conocido precisamente por sus enfrentamientos armados con la delincuencia organizada, después de haber sobrevivido a un ataque hace unos años cerca del Bosque de Chapultepec.

Vemos candidatos que no están ofreciendo una reflexión sobre la estabilidad social ni la calidad de vida, sino que más bien están replicando discursos binarios donde todo lo diferente es por lo tanto enemigo, donde la cárcel es el fin último de todo lo que no cabe en la sociedad sin detenerse a comprender de fondo las estructuras que precisamente pudren al tejido social. Los seguidores de estas causas ya son los mecías de otros países que en el discurso y la prensa parecieran congruentes, pero en el fondo no están mas que maquillando sus propias habladurías. Las cárceles del Salvador están llenas de criminales, sí. Pero eso no erradica justamente las razones por las que miles de jóvenes en extrema pobreza terminaron ahí. Las condiciones sociales importan, pero mientras sigamos discursos de odio y represión no iremos más lejos de lo que han ido otros gobiernos que hoy mismo conocemos precisamente por su intolerancia, racismo y todos los problemas a los que es fácil atribuirle a la pobreza: Trump, Bukele, Bolsonaro, Milei, Boris Johnson y muchos otros que se ponen en la lista de un gobierno que busca reprimir antes que reparar lo que verdaderamente se debe sanar desde lo más profundo de nuestra sociedad: el valor de nuestros ciudadanos.

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