En su enormidad, la Ciudad de México alberga por lo menos a 873 mil niños menores de 15 años que viven en la pobreza.
Los esfuerzos redoblados en programas sociales y educación quedan simplemente rebasados por la realidad que azota a los capitalinos año tras año.
No basta el acceso a la educación para poder construir una nueva realidad, sino un análisis completo para explicar este índice tan alto de vulnerabilidad.
La postura de los gobiernos paternalistas que hemos tenido construyeron desde hace algunas décadas los programas sociales que consisten en becas como una forma de incentivos o reconocimiento a los buenos resultados académicos. Hoy sabemos que los resultados educativos en realidad son una construcción de múltiples factores comenzando por la alimentación y pasando por los diferentes contextos familiares, económicos y hasta de movilidad.
Es decir que a lo largo de los últimos años hemos podido mirar de manera más profunda que la desigualdad ha permeado también en los resultados de un estudiante y otro.
Basándose en esto, la Ciudad de México implementó un programa de becas más o menos eficaz en el que no existe exclusión alguna para recibir una beca. Basta con ser parte de la educación pública y estar cursando la educación básica. Sin embargo, la reflexión no puede desaparecer ahí.
Hoy día se cuestiona si el asistencialismo del gobierno es en verdad una herramienta social que solidifique las bases de un nuevo rumbo como sociedad. El ejemplo de las becas tiene muchos matices, aun cuando el fin es apoyar a que la educación pública no tenga dificultades, es importante considerar que la educación pública en este país se brinda para muchísimas familias con realidades abismalmente distintas. Partiendo de este punto la reflexión de los programas sociales debe tener mucha mayor precisión para que no se conviertan en meros actos propagandísticos de precampaña.
La Ciudad de México sin duda es el reflejo inmediato del comportamiento de estos programas, si bien la asistencia por parte del gobierno en estas becas permite apoyar a muchísimas familias, es también preciso señalar que no cumple la meta más importante que es garantizar los niveles óptimos en la educación de la gente que más lo necesita, por lo que estamos, sobre todo, llegando a la conclusión de que no sólo es la falta de recursos y condiciones adecuadas lo que nos permite ese esperado desarrollo educativo, sino un mejoramiento en el sistema educativo, el cual en esta administración vimos retroceder por deseo del presidente López Obrador cuando echó para atrás la reforma educativa.
La pandemia también generó sin duda un eslabón clave para entender la imposibilidad que tiene un programa como este para resolver un problema que resulta estructural al no tener una cobertura real de infraestructura y capacitación para los maestros en escuelas donde ni siquiera llega la luz. El problema no sería quizás apoyar a quien más lo necesita, sino erradicar la pobreza. De lo contrario estamos viendo una de las técnicas de sometimiento que usó el PRI durante tantos años: mantener pobres a los pobres y decirles que el gobierno está haciendo todo lo que está en sus manos para cambiarlo.