La Ciudad de México es una construcción de muchos pedazos y partes que configuran la gran urbe que nos acoge entre sus calles y barrios, parques y monumentos. A veces, la capital del país es un recorrido enorme que parece infinito e imposible de recorrer en su totalidad.
La alcaldía Álvaro Obregón, por ejemplo, es una referencia para entender la extensión de estas divisiones que forman parte de la gran Ciudad. Imaginamos por un momento dónde empieza y dónde termina. Justo al terminar el barrio de Mixcoac y hasta donde se sitúa el cuarto dínamo, cubriendo los Jardines del Pedregal, pero esquivando San Jerónimo. Dominando desde San Ángel hasta Santa Fe, vecino de las Lomas de Chapultepec y Cuajimalpa. Así son los límites y las demarcaciones caprichosas de la Ciudad.
Álvaro Obregón vive una dualidad, que es también reflejo del país en el que vivimos: la desigualdad. Por un lado, la opulencia y, por otro, una pobreza y carencia para los habitantes de la alcaldía. A pesar de los caprichos geográficos de la Ciudad, debemos pensar en las condiciones ambientales que cambian constante y paralelamente conforme crece la Ciudad y su población.
Los sistemas de alerta temprana para la temporada de lluvias son una herramienta, pero no la solución definitiva para los problemas que conlleva. La construcción de la Ciudad ha persistido a pesar de ello en muchos casos, pero es quizá la gente más vulnerable la que vive con las consecuencias: desde los malos olores hasta enfermedades a causa de la contaminación.
Diariamente se retiran de 400 a mil 200 metros cúbicos de material azolvado en las presas próximas al trazo del Tren Interurbano México-Toluca. Aun cuando la Ciudad esté preparada para la temporada de lluvias, es la basura en muchas ocasiones la que imposibilita soluciones tangibles.
El desarrollo territorial, tanto el trazo urbano como nuestra cultura como individuos para mantener limpias las calles, forman la principal clave en el problema de las inundaciones y, en este caso, el estatus de las presas.
Hoy, la batuta la lleva Lía Limón, alcaldesa de la demarcación. El reto está en que los resultados sean tangibles. La problemática social de la alcaldía comienza en la desigualdad y termina en la pésima calidad de vida de los habitantes más vulnerables.
El reto para paliar la pobreza y la desigualdad es un tema de talla nacional, pero la forma en la que la calidad de vida se conduce en un mismo territorio habla de la calidad de quien ejerce su gobierno.
Para la alcaldía Álvaro Obregón, las necesidades son urgentes. Más allá de lo político, debemos comprender qué está pasando dentro de la demarcación, a sus habitantes y sus problemas. No podemos ser indiferentes a sus afectaciones. No podemos ver llover sin pensar que las presas se desbordan y apestan, se inundan: afectan.
¿Qué nos toca hacer como ciudadanos? Exigir, sin duda, pero también aportar. Nuestra cultura debe por lo menos reflexionar en la forma de desarrollarnos con el entorno con las calles y con la sociedad. Desde ser responsables con los actos más simples, como los deshechos y la basura, hasta las críticas más necesarias a un gobierno para garantizar una óptima calidad de vida.
La Ciudad que queremos es la que debemos construir y defender, definir. El mismo movimiento de los ciudadanos es el que le da vida a la gran Ciudad que somos.