Hace un tiempo tuve oportunidad de entrevistar al tenor veracruzano Javier Camarena en su paso por el MET de Nueva York con su personaje Tonio en la ópera de Donizetti, La hija del regimiento.

Camarena se ha labrado una carrera en el mundo del bel canto no sólo por su extraordinaria voz sino también por su calidez humana y disciplina. Y algo que me dijo y me resuena en estos tiempos en los que todo lo que lleva el sello México es mirado con lupa es que una vez al llegar a la aduana en Barcelona y ver que la línea para pasarla estaba vacía, quiso saltarse la típica serpiente que hacen en zig-zag para caminar directo hacia el oficial. Éste, al verlo, le dijo, “la próxima vez haga todo el recorrido como todo el mundo”. Desde entonces entendió la importancia que tiene comportarse de manera impecable siempre, pues con estos pequeños actos alimentamos los estereotipos con los que por lo general se nos etiqueta o, por el contrario, los sanamos. “Parece una insignificancia pero me morí de vergüenza y entendí el compromiso que tenía de demostrar que, como mexicanos, nosotros también podemos hacer muy bien las cosas. Y desde entonces ha sido un deber muy fuerte tanto profesional, cívico y personal, el hacer todo lo mejor posible. Con hechos se callan bocas y se demuestra que hay palabras que están de más y son erradas”, me aseguró.

Hace unas semanas pudimos ver a Guillermo Del Toro abrazando la bandera de México al momento de recibir su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. La imagen revolucionó las redes porque ver a un hombre tan querido y admirado reconociendo a los inmigrantes llegó como un bálsamo tras tantos golpes a la autoestima de nuestro país y después de un acontecimiento tan trágico como el tiroteo ocurrido en El Paso, Texas. Pero también fue otra muestra de cómo la cultura se ha convertido en el mejor estandarte para luchar contra los ataques hacia nuestra nacionalidad. La integridad es algo que siempre debemos tener pero también es la única forma de sobrevivir a los prejuicios creados. No hay excusas posibles. Tenemos que ser excelentes siempre dentro y fuera de nuestras fronteras y no podemos dejarle todo el trabajo a quienes están en los reflectores, ganan un Oscar o consiguen una estrella. Sí, ellos generan olas, se vuelven modelos a seguir y pueden llegar a miles de personas de forma casi inmediata, pero sería un error dejar de ver que el mayor impacto es el que se logra persona a persona en el día a día, con la consideración, la educación y el interés por entender y respetar los usos y costumbres (nos gusten o no) de los países que visitamos o nos acogen.

Somos mexicanos y tenemos una gran responsabilidad porque quizá no te está grabando una cámara ni tienes un micrófono en frente pero es un placer saber que no le has dado el mínimo pretexto para alimentar su estereotipo a esa persona que te mira fijamente desde la otra mesa y ha levantado la ceja con desaprobación al escucharte hablar español.

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