La tradición en esta época del año es hacer las listas de las mejores películas que han pasado por los festivales y carteleras del mundo. Para este momento ya las habrán leído.
Es un recuento que suele ser de 10 filmes y que, por lo general, al llegar al octavo o noveno puesto empiezas a dudar si realmente esa película merecería estar en un ranking tan exigente. Este año me ocurrió lo contrario.
Diez sitios eran pocos para mencionar todas las piezas valiosas que el año 2019 nos trajo y tuve que hacer un gran esfuerzo por decidir cuáles eran esas 10 o 15 piezas, en el mejor de los casos, porque había muchas otras que también merecían mención.
La pantalla grande, tan cuestionada en tiempos del streaming demostró que sigue siendo una experiencia colectiva necesaria y capaz de motivar al público.
Esto no quita el mérito que han tenido las plataformas digitales en crear varias de las cintas más importantes del año (The Irishman, Marriage story) pero lo que se hizo patente es que ambas formas de exhibir una historia pueden coexistir e incluso retroalimentarse.
Mientras que todos los oráculos apostaban a un vertiginoso apocalipsis del cine, de forma inesperada —y muy deseada—, tuvimos doce meses de buena cinematografía que no se detendrá, pues aún están por llegar a México en los primeros meses de 2020 piezas destacables y que darán batalla en los Oscar como la dirigida por Greta Gerwig, Mujercitas, o Bombshell (El escándalo), de Jay Roach, cuya historia del acoso sexual del entonces CEO Roger Ailes de Fox News y la cultura del abuso del poder no pudo estrenarse en las salas de Estados Unidos en mejor momento que el mismo día en el que todas las portadas del planeta anunciaban el impeachment a Donald Trump.
Y en el año en donde ha habido un nivel cinematográfico encomiable me hago harakiri al elegir una, la que creo que ha sido la más importante en cuanto al impacto social y el mensaje que nos deja y es sin duda Parasite.
La lección de su director surcoreano Bong Joon Ho acerca de cómo sí es posible crear historias con la profundidad, complejidad y maestría capaz de conquistar a los críticos pero a la vez hacer filmes entretenidos y cercanos a la audiencia es una bocanada de aire fresco.
El cine no siempre tiene que requerirle al espectador una serie de referencias para ser una obra maestra y las historias bien contadas, con profundidad y con el cuidado artesano de un cineasta como Bong también pueden llenar las salas.
Parasite además tiene el acierto de tocar un tema urgente y que impulsa los resortes humanos de cualquier sociedad actual del globo terráqueo como lo es la desigualdad social.
Mientras unos tengan tanto y otros tan poco no podremos vivir en armonía.
Un mundo polarizado ya no funciona. Ese es el mensaje con el que llegamos a 2020 y que el cine ha reflejado en muchas ocasiones pero este año resuena con más contundencia pues parece que hemos tocado fondo.
Es tiempo de cambios y el cine promete estar ahí para seguirlos mostrando.