Hay películas que te alegran una tarde de domingo. Otras que eliges porque te dan adrenalina. Algunas que agradeces experimentar porque son absolutas obras de arte y muchas otras que simplemente te ayudan a pasar un rato divertido. Todas son importantes y útiles, pero en especial aquellas que te incomodan y te cuesta trabajo ver: suelen ser las que tratan cuestiones que queremos evitar, que nos confrontan con miedos, que nos enseñan realidades que preferimos no mirar. Y que, por ende, se vuelven necesarias.
Está claro que el primer paso para cambiar una situación grave es comenzar a hablar de ella, darle visibilidad, entenderla. Y el cine es una gran herramienta para lograrlo. También las redes sociales, pues a raíz de ellas muchas estrellas se han permitido utilizar de forma más libre su voz para darle eco a las causas que, por una u otra razón, les importan. De no ser por las redes, el #metoo, por ejemplo, nunca hubiera existido.
Pero el efecto shock de sacar a la luz verdades como el abuso se diluye con el tiempo y es importante seguir dando martillazos en la ética colectiva hasta que el ruido cale profundamente en las ramas que se generan de ese ininterrumpido decir, “no podemos permitir que esto siga”. Lograr relatos que conmuevan y sacudan la conciencia no es fácil porque al mismo tiempo se debe saber atrapar al espectador, entregarle una historia que le de algo más que el dato duro, el horror o la inquietud. Cintas que a pesar del malestar que generan te aporten aire, tensión, y, al fin y al cabo, entretenimiento.
Y en ese sentido, la apuesta que ha hecho Prime Video por La Caída, de Lucía Puenzo, protagonizada por Karla Souza y Hernán Mendoza, es un excelente ejemplo. Sin hacer spoilers lo que se debe decir es que en México urge hablar de un problema que está enterrado por la vergüenza, culpa y rechazo que genera, pero lo cierto es que de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México ocupa el primer lugar en violencia física, abuso sexual y homicidios contra menores entre las economías que pertenecen a este organismo.
La agresión es algo tan arraigado en nuestra sociedad que se esparce y ramifica y es fácil imaginar que el deporte sea un cultivo fácil para ello debido a la cercanía física que se genera naturalmente entre los miembros de los equipos. Pero en este sometimiento hay mucha complejidad e intereses. No se puede banalizar al hablar de él. Es un tema tan espinoso que si no se sabe tocar de forma inteligente y delicada acaba pinchando y alejando a quién se asoma a verlo.
En un momento en el que la industria está más sometida que nunca a la presión de impulsar narrativas complacientes con el espectador, no cabe duda que apostar por filmes de alta calidad que se atreven a ser eficaces al querer arrojar un poco de luz a asuntos apremiantes es un acto de valentía que merece ser retribuido, al menos, con mucho interés. Porque si te incomoda, es que el filme funciona.
columnaunmundodecine@gmail.com
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