Cuando Julianne Moore entró por primera vez a la casa de Pedro Almodóvar (ubicada en un edificio antiguo en el centro de Madrid), sintió que estaba adentro de una de sus películas. Así lo contó en su encuentro con la prensa internacional tras el estreno en Venecia de La habitación de al lado, que protagoniza al lado de Tilda Swinton.

No podría haber encontrado mejor forma de describir lo que es el cine de autor: ese sello inigualable que hace que, al sólo ver los colores, la atmósfera y la luz que se deja o no filtrar en los espacios, se sepa de quién es la mirada. El mito se confirma en sí mismo.

Es cierto que en la era del streaming estos realizadores cada vez se convierten más en raras avis. A muy pocos se les deja ya el espacio y recursos para inventarse universos sin las restricciones del mercado ni las autocensuras. El espejo en el que se mira Almodóvar ya lo habíamos visto en Dolor y gloria, filme autobiográfico para el que replicó en el set su departamento y que pese a los elogios de la crítica llegó a competir a Cannes el año del fenómeno mundial Parasite (2019) que le arrancó de las manos la Palma de Oro.

Pero el máximo premio que otorga la Muestra más antigua del mundo, el León de Oro, por fin le llegó a sus 74 años. Con este galardón, el director manchego hizo historia al convertirse en el primer español en conseguirlo con una producción nacional. Ya lo había conquistado el aragonés Luis Buñuel, pero con un largometraje francés, Belle de jour (1967). El que Venecia por fin haya rugido a su favor le ha hecho justicia al director, que llevaba varias décadas quedándose en las puertas de la victoria de los dos festivales de cine más importantes del mundo (Cannes y la Mostra).

Pedro ha sido capaz de seguirse reinventando. Y con La habitación de al lado, el cineasta manchego ha logrado su obra más luminosa y apacible a pesar de ser un filme acerca de la muerte. Una historia en la que el Almodóvar combativo y reivindicativo no deja atrás sus convicciones, pero en la que habla desde la ternura, la fraternidad. Quizá es la edad la que le ha permitido abordar otros temas y desde otros lugares: él mismo dice que de tanto filmarlo, se ha cansado de mostrar sexo o de renegar de las monjas y los curas. Y es esa madurez creativa y a la vez la maestría de los años con la que Almodóvar demuestra que es un genio, pues logra llevarnos a un viaje profundo en el que no falta la belleza ni el sentido del humor.

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