Acabo de concluir las clases del semestre de primavera en la Universidad Estatal de Montclair en Nueva Jersey, en donde tengo la fortuna de impartir la materia The Entertainment beat (El ritmo del entretenimiento) a periodistas en formación que se preparan para salir a un mundo voraz en el que la forma de comunicar cambia constantemente y el mercado laboral arde.
Me emociona ver que hay vocaciones que siguen apostando por este oficio y descubrir talentos con pasiones genuinas. Vi jóvenes trabajando y estudiando a la vez, miradas a las que les costaba seguir el paso de las presentaciones porque el cansancio de lo que cargan en sus vidas los tenía en el límite. Personas que están encontrando su camino.
Una dinámica que hicieron al comienzo del curso para ejercitar sus músculos de comunicadores fue entrevistarse el uno al otro y luego exponer sus textos. Es un buen truco: los obliga a enfrentarse a hacer preguntas y después, convertirlas en historias. Ala vez, ayuda al profesor a saber más de aquellos ojos que los miran con distancia.
Ahí vino la revelación: no hubo un solo escrito que no mencionara la importancia de la familia en sus vidas. Tener alguien por quién luchar, que los apoye o a quien hacer sentir orgulloso de sus logros (un par de alumnas eran la primera generación de su núcleo en lograr ir a la universidad) era su motor.
Me di cuenta de cuántos prejuicios e injusticia cometemos con los jóvenes actuales tachándolos de superficiales o vagos. Estas nuevas generaciones tienen que enfrentarse a un universo más hostil, complicado y retorcido que nunca.
No es casual que una de las obras que ha vuelto a Broadway (tras su cierre histórico tras la pandemia) más fuerte que nunca y con butacas llenas cada función sea Dear Evan Hansen.
La obra se estrenó en 2016 con éxito, siendo muy aclamada por la crítica. Ahora, ha vuelto al mismo escenario en donde comenzó el Music Box Theatre. Recibió seis premios Tony, incluyendo Mejor musical y fue llevada al cine en 2021 en la película homónima dirigida por Stephen Chbosky y protagonizada por Ben Platt, Julianne Moore, Amy Adams y Kaitlyn Dever.
Una historia que no pierde pulso porque habla de las soledades de los jóvenes, de temas tan sensibles como el suicidio, las drogas, la ansiedad, y la confusión que existe con las redes sociales y el grave peligro que son por todo lo magnifican, que son crueles y no perdonan.
Dear Evan Hansen
se centra en contar lo que le sucede a un adolescente que se siente ignorado y que toma decisiones equivocadas por un solo motivo: buscar que lo quieran.
Bien dice la frase maestra de los artistas consagrados que la clave para conectar con la gente está en hablar de lo más íntimo, de las batallas individuales, porque ahí está lo universal.
La puesta en escena te pone en la piel de un chico en el que podemos ver a alguien conocido: tú mismo en esos años vulnerables, aquel amigo, tus hijos. “Nadie merece ser invisible”, es el potente reclamo de este musical. Y no puede ser más urgente y certero.
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