Se dice que en ocasiones la forma es el fondo y esta última entrega de los Oscar cumplió esa tesis.

Después de varios años de ceremonias fallidas, este 2023, Glenn Weiss, el director de la 95ª entrega, decidió apostar por lo que todo mundo espera ver el día de la fiesta de Hollywood en su alfombra roja y escenario: glamour y emoción.

No es casualidad que la audiencia del show subiera de manera significativa (18.7 millones de espectadores a diferencia de los 16.6 millones de 2021 o los 9.85 millones de 2020). Es verdad que acompañó una buena cosecha cinematográfica, pero no podemos dejar de apuntar que la mayoría de los títulos quedaron deslucidos por el arrastre que tuvo el fenómeno Todo en todas partes al mismo tiempo, que se llevó siete galardones, incluyendo los más importantes como Mejor película, Dirección y Guión original, entre otros.

Mucho se ha hablado de la triunfadora, pero las discusiones interesantes suelen estar en los caballos ganadores que se disolvieron. Por ejemplo, ¿qué sucedió con Los espíritus de la isla, tan aclamada por la crítica, ganadora en los BAFTA y con la que Colin Farrell desbancó a Brendan Fraser en Venecia?

O con Spielberg, cuya visita a su propia infancia es una conmovedora obra de arte que fue invisible para las estatuillas. ¿Por qué las dos películas que rescataron las taquillas de las salas: Top Gun: Maverick y Avatar: El camino del agua no fueron suficientes para asegurar que Tom Cruise y James Cameron estuvieran en la gala? ¿Se castiga a los encumbrados? ¿Existe una cuota tácita al momento de entregar un Oscar?

De ser cierta esta premisa podríamos deducir que por eso Cate Blanchett se quedó sin el premio que parecía tener en el bolsillo y que fue para Michelle Yeoh, a quién no se le puede reprochar nada con la actuación en la que aborda todos los registros posibles. Pero despierta suspicacia el pensar en dónde estuvo la clave del voto cuando Blanchett parecía imbatible.

Surge la duda de si la estrella ha entrado ya en el odioso bucle en el que se encuentra Meryl Streep, la eterna nominada que suele sólo aplaudir a sus rivales; desde 2012, cuando recibió su tercer Oscar por La dama de hierro, ha estado en la pelea por el trofeo cuatro veces, pero parece que “ya no le toca”.

En estos tiempos de formas, también cabe preguntarse si Todo en todas partes al mismo tiempo será un filme que logre sobrevivir al veredicto del tiempo. Del mismo modo hay que poner la lupa en el peso de relatos que se crean más allá de la redención, como el de Brendan Fraser, al que todos celebramos no sólo por su interpretación en La ballena sino por recordarnos que en la vida se logran giros de tuerca y rescates de destinos que parecían imposibles.

Con lo que sí podemos quedarnos es con el hecho de que al menos los Oscar, las viejas estructuras todavía funcionan.

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