Hace sólo cinco años, en 2018, una de las principales noticias del Festival de Cannes fue la protesta que las celebridades hicieron en su alfombra roja para destacar cómo a lo largo de sus 71 ediciones casi no había realizadoras elegidas para competir por el galardón principal.
Las 82 mujeres que participaron en la demostración (entre ellas Salma Hayek, Jane Fonda, Patty Jenkins, Agnes Varda, Kristen Stewart, Ava DuVernay, Lea Seydoux y Cate Blanchett) representaron el número de películas de directoras que habían formado parte de la Selección Oficial hasta el momento en contraste con las mil 866 cintas realizadas por hombres que han podido luchar por la Palma de Oro.
Para ese entonces sólo una, Jane Campion, se había hecho con ese trofeo por su cinta El Piano, en 1993. Con el acto buscaban presionar y dirigir la mirada hacia una igualdad de género en la maquinaria cinematográfica, un golpe mediático impulsado por el movimiento Time’s Up que encontró en la Riviera francesa un buen espaldarazo después de surgir en Hollywood a principios de ese mismo año con el objetivo de luchar contra el abuso sexual.
Subir juntas y despacio esa emblemática escalinata fue otra metáfora de lo difícil que sigue siendo ascender en la escalera social y profesional si eres mujer. El potente evento dejó ver que algo estaba comenzando a cambiar.
Las primaveras que sucedieron a ese instante no fueron tan contundentes como se esperaba pese a ciertos rayos de luz como la segunda Palma de Oro de la historia a la francesa Julia Ducournau, por su arrolladora Titane en 2021.
Destacó la proeza porque como es usual, en la sección principal sólo había cuatro obras dirigidas por ellas dentro de un total de 24 filmes (16.6%).
El 2022 subió ligeramente el porcentaje de participación (23.8%) pero sin duda, es éste 2023 el que empieza a mostrar un panorama diferente con seis piezas dirigidas por mujeres, entre las 20 de la Competencia Oficial representando un tercio de los filmes seleccionados.
Es pronto para saber si esto es fruto de un camino en el que poco a poco se han abierto los espacios de la equidad o si tiene que ver con el cambio de timón que el Festival dio con el nombramiento de Iris Knobloch, la antigua jefa de WarnerMedia en Francia y Alemania, como presidenta, otro hito en la historia de la Organización.
Lo que no se puede evitar pensar es que, aunque Cannes está dando pasos en la construcción de una fiesta del cine más igualitaria, se está convirtiendo en un club elitista en el que se repiten los mismos nombres: cineastas que ya han tocado la gloria en alguna de sus ediciones o que repiten.
La restricción de incluir entre sus filas a las producciones de plataformas digitales está dejando al festival con un puñado de creadores que pueden permitirse filmar sin el respaldo de los nuevos gigantes de la industria. Así, el reto urgente al que se enfrenta el certamen es no volverse anacrónico y adolecer de nostalgia.