Llevamos ya dos años aprendiendo que lo único que tenemos es hoy, que las cosas cambian de un momento a otro.
Después de ver la Gran Manzana vacía, con esas imágenes apocalípticas que nadie hubiéramos creído se harían reales más allá de lo que nos había enseñado la gran pantalla en la ficción, Nueva York volvió a demostrar que lo que tiene en su ADN se llama resiliencia.
Tras la lluvia de pánico que trajo el Covid-19 y que hizo que los visitantes y locales abandonaran todo, Times Square, el lugar en el que ni en los tiempos más oscuros se apagaron las luces, se volvió a llenar de remolinos humanos.
La quinta avenida quitó las barricadas que cuidaban sus vitrinas y fue recuperando el glamour habitual. Así ocurrió con los museos, los restaurantes y los negocios, que si no resistieron, se transformaron.
Con todo esto, no es extraño que el mensaje que este año Nueva York da en todos los rincones sea el mismo: vivir el presente. La austeridad en los arreglos decembrinos de 2020 se cambió por una explosión de colores que rinde homenaje al lugar que tiene el poder de agrupar a todas las culturas y que nos grita que tenemos que abrazar el ahora.
En los famosos escaparates de la prestigiosa tienda departamental Bergdorf Goodman, a la que millones de personas del globo acuden, se lee: “The present moment is…”. Y cada vitrina tiene un tema que sigue con esta idea de la vida en un momento, explosiva, llena de emociones, claridad y, por supuesto, sombras.
En ellas, los humanos se mezclan con objetos preciados, representaciones oníricas, animales y muy importante, la naturaleza.
Unos metros más abajo, en el Rockeffeller Center, ya está encendido el suntuoso árbol de Navidad que adornan las más de 50 mil luces de colores. Una gran estrella de cristales Swarovski, que diseñó el arquitecto Daniel Liveskind y que pesa casi 409 kilos se yergue en la cúspide de este árbol que tiene aproximadamente 85 años de edad, pesa 12 toneladas y tiene 24 metros de altura.
No hay que esperar a que el futuro sea brillante, lo es ya, parece querer decirnos la ciudad cuyas calles quedaron vacías unos meses, pero que dentro de sus rascacielos se escuchaba a las personas respirar.
Unas avenidas hacia el Oeste, en Broadway, vibran los teatros con butacas llenas. Cada día en las tablas es un logro y ya no se da por hecho que habrá una función más, por eso se disfruta el doble, ue hay que vivir como sabíamos que teníamos que hacerlo, aceptando que la fiesta es hoy.
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