Halftime es el documental que sigue la disciplina y esfuerzos de Jennifer Lopez previos a la presentación del medio tiempo en el Super Bowl de 2020.
Más allá de lo entretenido que resulta ver la maquinaria que se mueve en torno al show que más espectadores tiene en el mundo (alrededor de 100 millones por año), irrita recordar que ni siquiera siendo J.Lo y habiendo vendido más de 80 millones de discos, tener 15 billones de descargas, protagonizar casi 40 filmes con ganancias de más de 3 billones de dólares, contar con más de 350 millones de seguidores en las redes sociales y generar 5 billones de dólares como marca, esta mujer latina podría llenar la expectativa estadounidense.
Como la misma Lopez lo dice con decepción y molestia, tuvieron que llamar a otra estrella, Shakira, para considerar que la puesta en escena estaba completa. Sobra decir que ambas lograron trabajar de la mano para conseguir el objetivo: un espectáculo que dejó con la boca abierta a todos.
Mucho se analizó el vestuario de ambas. Hubo quienes alabaron o criticaron el arrojo de la primera y también dividió opiniones la mesura de la segunda. En las tertulias además se mencionó el despliegue escénico, lo bien calculado de los minutos entre ambas, la perfecta sintonía. Pero de lo que poco se habló fue del verdadero dedo en la llaga que la estrella ha querido mostrar después y que se ve en el filme: como ella misma lo dice, el mundo sigue regido por la visión de masculina “Ellos son los que dictan y deciden qué va a funcionar y qué no”, se ha quejado López en varias ocasiones y de distintas maneras.
Si algo quiere demostrar con esta pieza planeada con pinzas es que no estaba dispuesta a someterse a ese dogma y luchó hasta el final para lograr un espectáculo que tuviera un contenido más allá de los movimientos sensuales y los ritmos acalorados.
Fue así como logró que hubiera jaulas iluminadas con niños dentro, lo suficientemente sutiles y estéticas para no tocarle los callos a los que aprueban las medidas extremas contra la inmigración. Los poco informados, o los que no se quieren enterar, ni siquiera intuyeron el mensaje encriptado en ese bello despliegue de luces.
Una declaración de principios valiente a la que se sumaron más mensajes: ella envuelta en la bandera de Puerto Rico con el orgullo que todos los que llevan varias tierras en la piel deberían tener, por ejemplo.
Ver a dos mujeres en la cumbre doblegar el ego y trabajar juntas para conseguir un show equilibrado, generoso y en el que ambas brillaran fue un golpe certero. Fue un día en el que el techo de cristal latino para las mujeres en EU casi fue roto. Pero todavía falta mucho para imaginar a una mujer latina sola en el poder. Ya sea político, social, cultural o mediático.
Quizás en 2045, cuando la población hispana/latina de Estados Unidos se convierta en la minoría principal, logremos ver estallar esos cristales en mil pedazos. Todavía no.
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