Han corrido ríos de tinta con la controversia de si la violencia que muestra el filme Joker es algo que valida a futuros criminales y si nos hace empatizar más con el villano que con las víctimas.
Lo que realmente sucede es que Joker toca el talón de Aquiles del sistema norteamericano al mostrar el fracaso de la salud mental de Estados Unidos sumado al problema de las armas.
Un ejemplo es el que vivo cada tres meses en la escuela pública de mis hijas en Connecticut, en la que periódicamente se tiene que hacer un simulacro en el cual todos los niños corren a esconderse entre los armarios de las aulas y los puntos considerados “seguros” para prepararlos en caso de un tiroteo múltiple. Ese es el verdadero Joker que acecha a este país. El de las armas que no están reguladas y que caen en manos de cualquier villano.
En lo que va de este año ya se han producido alrededor de 250 tiroteos múltiples... y los que faltan.
La película lo que hace es mostrar la génesis de esta violencia, porque todos los que han cometido esos crímenes son personas con problemas de salud mental.
En el programa satírico Who is America, producido y protagonizado por Sacha Baron Cohen, hay un capítulo en el que el actor se hace pasar por un experto antiterrorista israelí que viene a darles cursos de inteligencia militar a políticos y muestra cómo logra convencer a varios senadores de que la solución para evitar los asesinatos colegiales es armar a los alumnos de entre cuatro y 12 años, “porque los niños no tienen prejuicios a la hora de disparar”.
El resultado fue escandaloso pues los senadores accedieron. Algunos de ellos, cuando el programa salió al aire, renunciaron. Pero el problema sigue ahí y seguirá cobrándose muchas más vidas porque en EU todo está regulado por el mercado y la venta de armas genera más de 30 mil millones de dólares al año. Así, el drama de la violencia y de la facilidad para que un arma caiga en las manos incorrectas no es culpa del Joker que se ve en la pantalla grande sino del Joker que el sistema alimenta. Es más fácil echarle la culpa a Todd Phillips.
columnaunmundodecine@gmail.com