Regresa el director australiano Adam Elliot con su segundo largometraje quince años después de Mary y Max, de nueva cuenta y como parte de su sello como realizador con una animación hecha en stop motion.

Grace, la protagonista de la cinta, reflexiona sobre las pérdidas, la muerte y la hermandad. De manera lineal, Grace narra en voz en off su llegada a este mundo, el vínculo inmediato con su hermano gemelo, Gilbert, así como la pérdida trágica de su madre Anne, una malancóloga, una vez que da a luz y el impacto de su muerte para esta familia; Percy, su padre, se vuelve alcohólico y tras un accidente, queda paraplejico. Se invierten los papeles y se incentiva el cuidar y ser cuidado; a pesar de que la dinámica dentro de la familia cambia y los escasos recursos con los que contaban se vuelven aún más escasos, encontrar la diversión en las pequeñas cosas e incentivar y cultivar la creatividad a sus hijos por medio del cine y la literatura fue primordial para su padre.

Una vez que Percy muere, Grace y Gilbert quedan huérfanos y son separados. Gilbert cae en una familia sectaria; reprimido y deprimido, que por si no fuera suficiente, sus padres adoptivos son los mismos quienes lo explotan laboralmente. En cambio, Grace cae con la suerte de unos padres amorosos, pero ausentes, pues al ser una pareja swinger, ponen su libertinaje como prioridad.

La vida le vuelve a sonreír cuando conoce a Pinky, una anciana aventurera, funge como su madre postiza. Los años pasan sin remedio, anhelando encontrar un amor, Grace conoce a Ken, con quien rápidamente inicia una relación amorosa y se compromete, pero las cosas no resultan bien. Ella se percata del engaño. Ken no es quien creía que era. Por el contrario, se aprovechaba de ella para nutrir su fetiche.

Grace genera un trastorno cleptómano y de acumulación. De alguna forma tiene que suplir el gran vacío que siente por dentro.

Grace, a la par que va descubriéndose ante la vida, vislumbra un orbe colmado tanto de maravillas como de desdichas.

Tragedia tras otra, prima el reencuentro con Gilbert como su único motivante, pero que al averiguar que eso ya no será posible, colerica y abatida, Grace contempla por un instante el suicidio como una opcion. «La vida es un rompecabezas», se lamenta momentos antes.

Memorias de un Caracol invita a que el espectador se detenga a hacer una introspección, así como un repaso por las memorias: la infancia, las primeras veces, anhelos, rechazos, rupturas.

Adam, sin benevolencia, pone sobre la mesa —o mejor dicho, sobre la pantalla— personajes con los que resulta imposible no empatizar, pues en ellos se refleja como es el ser humano: imperfecto, con carencias, anhelos, errores, deseos y pesares.

Memorias de un Caracol no es una tragedia, ni una comedia; es la vida en sí misma.

¿Cómo se transmuta el dolor y qué sentido se le da a cada una de las experiencias vividas?

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