El Tiempo que Tenemos o We Live In Time (John Crowley, El Jilguero) causó mucho revuelo y levantó la expectativa del público, pues cuando se develó el trailer se vendió como LA PELÍCULA ROMÁNTICA DEL AÑO. Era innegable ya que los avances advertían una historia de amor desgarradora, pues se atravesaba una enfermedad terminal. El gancho perfecto, lágrimas aseguradas.
La cinta juega con la alternancia entre el presente y el pasado con el fin de intentar crear empatía con Almond (Florence Pugh) y Tobias (Andrew Garfield); sus vivencias y decisiones tomadas desde que se conocieron hasta el momento en que el cáncer de Almond muta en metástasis. De no haber sido por el detalle del flequillo de Almond, los flashbacks no habrían sido claros por qué no existió el atrevimiento de jugar con la paleta de colores para hacer esos cambios más evidentes. Por el contrario, sólo hubo cortes bruscos que entorpecieron la diégesis.
Con respecto a la dinámica de Almond y Tobias; desde los primeros minutos se hizo presente la típica escena en que la mujer le lleva el desayuno a la cama al hombre, dando por sentado los roles de género: lo que debe de ser, lo normativo. “Sí vamos a jugar el baile de la normatividad, bailemos”, mencionó Almond, que más que tratarse como una rendición al “amor”, fue una sentencia de muerte.
Almond es el único personaje tridimensional; una mujer con un pasado exitoso, un presente en el que se puede desenvolver laboralmente en un trabajo que le apasiona. Es una chef respetada, pero todo ello se ve mermado una vez que conoce —mejor dicho, atropella— a Tobias. Almond fue su golpe de suerte.
En cambio, Tobias no tiene aspiraciones, metas, ni una personalidad. Su fin dentro de la trama sólo es la inutilidad, ser un estorbo en la vida de Almond, y en ocasiones, fungir como bufón en momentos de tensión —no, poner un cronómetro en su celular para avisarle el tiempo de espera de las pruebas de embarazo a Almut no es hacer nada importante ni relevante para la relación—.
Tobias no tuvo ni pies ni cabeza; de su parte no existió ninguna evolución, ni redención —ni como pareja ni como padre—. El no tiene otra motivación más que convencerla que no necesita otra cosa más que coexistir. Al contrario, nunca desaprovechó la oportunidad para hacerla sentir mal por querer priorizar su profesión por encima de querer formar una familia con él; Tobias ya le renegaba su percepción acerca de la maternidad, pues Almond, dió por sentado, en un principio, que los niños no eran de su agrado. Siendo esta la primera gran discusión en la relación; Tobias se va del departamento de Almond renegando de tener miedo al apresurar la formalización pues no quería enamorarse en vano sí ella no se tomaba las cosas en serio. Días después, reaparece de la manera más impertinente y oportunista recurriendo a la presión social, interrumpiendo el baby shower de una de las amigas de Almond para hacer una escena frente a todas con la intención de quedar bien y forzar una disculpa. La incomodidad de Almond es evidente, pero ella se rinde ante él.
Siendo dos adultos en el umbral de sus 30´s; se entiende que busquen la estabilidad con lo que respecta a los vínculos afectivos, pero, ¿Por qué se sigue haciendo ese símil de la estabilidad con la formación de una familia?
Cada minuto cuenta es el lema que acompaña el título. Sí la intención de dicho lema era hacer hincapié en el tiempo restante que le queda a la pareja una vez que Almond se niega a tomar la quimioterapia pues eso implicaba más cansancio físico, por lo que se convence a pasar sus últimos días de enfermedad en compañía de su familia para servir como ama de casa —decisión incentivada por Tobias—, lo que resulta peor ya que ella tenía que ir a eventos laborales a escondidas de su prometido; aquí es donde surge la segunda gran discusión. Tobias, una vez más, le reprocha que no piensa lo suficiente en su familia, Almond responde contundente; réplica que no quería ser recordada como la madre con cáncer terminal, no ser recordada con lástima, sino como una mujer competitiva que nunca dejó de perseguir sus metas e inclusive antes de que tuvieran a su hija.
¿Dónde queda ese valioso tiempo a exprimir? Porque entre los flashbacks y el tiempo presente, no hubo más que discusiones y reproches, uno tras otro.
Los romances no significan sin un final feliz y como sí de magia se tratara, el poder del amor se apropia de Almond; abandonando una competencia culinaria por la que tanto había esperado y huye en compañía de sus seres queridos. En apariencia, el subtexto que We Live In Time pretendió vender fue la familia es primero. Una vil propaganda disfrazada de historia de amor.
Pareciera que quien tiene que sacrificar su vida y su cuerpo en beneficio de terceros es Almond. ¿Tobias que sacrifica? ¿Qué da a cambio? ¿Cuáles fueron sus muestras de amor?
We Live in Time a la expectativa de ofrecer una trama conmovedora, sólo logró desencantar al público.