¿Cuáles son limites dentro de la ficción? ¿Cuáles lo son dentro del documental? ¿Qué pasa cuándo ambos se entremezclan? ¿Dejan de tener validez o credibilidad?

Tatiana Huezo, la documentalista salvadoreña residente en México más influyente y reconocida de esta generación, con una filmografía en las que destacan Tempestad y la más reciente Noches de Fuego, regresa al cine con El Eco, formando parte de la 66ª edición de los premios Ariel en la que se encuentra nominada en la categoría a mejor película.

El Eco no obedece a un relato concreto, sino que, por el contrario, captura la cotidianidad asincrónica de varias familias que viven dentro de una zona rural en el estado de Puebla, continuamente enfocado hacia las vivencias femeninas y las formas en que luchan contra visiones costumbristas con el fin de no seguir perpetuando arquetipos machistas que los hombres dentro de sus familias siguen dictando. Las madres, afligidas por el futuro de sus hijas, las alientan a tomar las riendas de sus vidas y decisiones a favor de su preparación como profesionistas, mientras que las hijas, viven su niñez y descubren el mundo entre pláticas con su círculo íntimo.

Las infancias de este pueblo se ven rápidamente ancladas cómo espectadores hacia el trabajo dentro del campo que tanto sus padres y madres realizan. Aún con ello, no cesan de soñar con quienes quieren convertirse cuando sean grandes.

La educación y la formación de la visión del mundo de los niños y adolescentes de este pueblo dentro de una escuela sin un docente la vista son un constante en la narrativa, lo que resulta en momentos divertidos y alentadores. Se advierte en la pasión y curiosidad que externan por su entorno.

Simultáneamente, se acompañan los últimos días de una persona de la tercera edad; sus reminiscencias, pesares físicos y momentos de lucidez. Así como se celebra la vida, también la muerte.

La antropología de un pueblo sumido en la esperanza de un porvenir; creencias, rituales y supersticiones forman parte indivisible de este retrato generacional.

El ojo de Tatiana dentro del documental evidencia injusticias y violencias ejercidas hacia individuos relegados de la sociedad, a merced del crimen organizado, pero, por el contrario, El Eco funciona como un sitio en el que poder pararse a tomarse un respiro sin perder el propósito de mostrar realidades desiguales que luchan en busca de mejores oportunidades. No declara un cambio, sino más bien, ofrece un vislumbre a otras realidades, a otras costumbres y formas de vivir. Invita a contemplar.

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