Tina Fey está de regreso como guionista después de 20 años desde el estreno de la Coming Of Age Mean Girls, siendo ésta una adaptación de Queen Bees and Wannabes (libro de autoayuda dedicado para madres de hijas adolescentes con la intención de ayudarlas a controlar comportamientos agresivos de quienes atraviesan esa turbulenta etapa). Al momento después de terminado el libro, Tina supo que tenía que llevar esta historia a la pantalla grande; fue así cómo nació Chicas Pesadas protagonizada en aquel entonces por Lindsay Lohan, Amanda Seyfried, Rachel McAdams y Lacey Chabert.
La premisa es sencilla: Cady, una chica nacida y criada en África emigra a los Estados Unidos y debido a que fue educada en casa, tendrá que hacerle frente a las vicisitudes adolescentes, a las que, siguiendo la narración con voz en off de la protagonista, hace esta comparativa del comportamiento entre los jóvenes y los animales salvajes; a cada instante feroces, territoriales, crueles.
Pese a que fue hecha como comedia, es verdad que Chicas Pesadas muestra de una manera tajante cómo es que las mujeres se ven envueltas en chismes, triángulos amorosos, envidias, celos y el cómo pareciera que único objetivo a alcanzar fuese ser mejor que las demás -más concretamente en los estándares de belleza- puesto que, sin quererlo, Cady termina convirtiéndose en lo que de inicio, juró destruir: una chica plástica ¿cómo lo logró? “Destruyendo” a Regina George: volviéndola contra sus amigas, su novio y lo “peor de todo”, arrebatándole su atractivo físico.
Durante décadas a las mujeres se nos ha hecho creer que el peor enemigo de una mujer, es otra mujer y Chicas Pesadas (2004) aún cuando llegó con la intención de derrocar ese mito, pareciera que por el contrario, lo confirmó, ya que si bien el mensaje que deja al final acabada es un abrazo a la feminidad y a la reconciliación de la relación femenina con sus iguales, no deja entendido cómo es que las diferencias entre Cady y Regina se resuelven y como si se tratara de magia, se terminan llevando bien. El desenlace no es convincente.
El 11 de enero del año en curso se estrenó en salas mexicanas el musical de Chicas Pesadas -no se trata de una segunda parte, puesto que esta versión mantiene el argumento original, sin embargo, decidieron omitir y agregar situaciones a esta nueva entrega-.
La pregunta inevitable es, ¿Valió la pena este remake?
Ambas películas contrastan a detalle la transformación de la generación que retratan: los centennials; partiendo desde la versión del 2004 en la que se habla mucho sobre la lucha por alcanzar los estándares de belleza y la apología a los TCA debido a lo que los medios audiovisuales tradicionales -en especial la televisión y el cine- nos vendía como “el cuerpo perfecto”, en la versión del 2024 se plantea una crítica sobre cómo percibimos nuestros cuerpos y en tanto, la poca o nula aceptación de nuestros físicos gracias a que las redes sociales nos generan más inseguridades.
Siguiendo con la velocidad con la que los chismes y rumores se esparcen con mayor rapidez gracias a las redes sociales y sobre todo, que estos medios se han instituido como nuestra principal fuente de des(información).
Los chistes estigmatizantes que se lanzaban hacia los cuerpos de las chicas en el pasado eran bien recibidos -como cuando Regina subió de peso y recibió un “nalgas de elefante” como mofa de su cambio físico a causa de las barras calvin.
Por el contrario, esta versión en razón de cuestionar la normalización de estos ataques elimina esos comentarios denigrantes hacia los cuerpos femeninos.
Si bien se destacan las actuaciones de Regina (Reneé Rapp) y Cady (Angourie Rice) puesto que se muestran más enérgicas y carismáticas, Karen (Avantika Vandanapu) se lleva la película por completo, pues su papel hace recordar de inmediato la frivolidad que abunda en el pensar y actuar de las jóvenes contemporáneas; por otra parte, Gretchen
(Bebe Wood) figura ser una parodia, puesto que su personaje no trasciende más allá de las icónicas frases del mismo personaje de la entrega anterior.
Siguiendo con los personajes que acompañan la “supuesta” transformación de Cady, Janis (Auli’i Carvalho) y Damian (Jaquel Spivey) están logrados a medias; pues la chispa vengativa y un tanto nefasta de Janis desaparece o se nota forzada -aunque el desenlace que acompaña su número musical justifica su abrupto cambio de actitud-. Quién logra salvar su personalidad es Damian, entregando momentos genuinamente ocurrentes -pese a que corre el peligro de caer en el reforzamiento del estereotipo del amigo gay divertido y por tal razón su personaje podría llegar a ser predecible-.
Ni que decir de Aaron Samuels (Chris Briney) pues, pese a que es utilizado como pretexto del interés romántico de las protagonistas, su actuación plana deja mucho que desear.
Al decidir agregar la pieza fundamental que en su momento se eliminó que fue la reconciliación de Cady y Regina durante la escena de su charla dentro de los baños en el baile de primavera, la reconciliación ahora toma un sentido.
En lo que respecta a la iluminación junto con la cinematografía se consiguen alucinantes atmósferas dramáticas, por lo que compensa las actuaciones débiles, pues se rescatan con la intención de ser resaltadas.
Por tratarse de un musical hay que evitar caer en prejuicios dando por sentado que por que canten es en sí misma “infantil” o “absurda”; pues películas que han pasado a la historia y sido ganadora de importantes premios han narrado su historia a través de canciones. Entonces, no hay que negarle la oportunidad a una narrativa que aún cuando va dirigido a espectadores jóvenes, quien sea que se detenga a verla y disfrutarla, puede entender cómo es que se maneja la generación actual y los cambios positivos que ha traído consigo: aceptación de los cuerpos propios y ajenos, inclusión de los diversos grupos sociales y lo más significativo que es la reconciliación con las figuras femeninas que nos rodean, pues como bien señala la maestra Norbury (Tina Fey) “decirle a otra chica que es fea no te hace ser más bonita”, puntualización la urgencia de anular la competitividad.
Chicas Pesadas a la par de conseguir seducir por su frescura, sorprende y colma de nostalgia a quienes crecieron y vieron como ejemplo a las plásticas antañas, aclarando que no se trata de encasillar como “mejor” o “peor” a ninguna de las dos anteriormente mencionadas, sino por el contrario, crear una retrospectiva que ayude a preguntarse sí el cambio entre generaciones va por buen rumbo y si no se cree así, cuestionarse qué hace falta por hacer en pro de una interacción entre individuas que recién emprenden su camino en el autodescubrimiento de una forma más amena y grata.