Desde 1983, cada 5 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Mujer Indígena, en recuerdo de la muerte de Bartolina Sisa, una valerosa mujer quechua que fue asesinada en 1782 por las fuerzas realistas durante la rebelión anticolonial de Túpaj Katari en el Alto Perú.

Esta conmemoración nos invita a reflexionar en torno a la importancia de mujeres como Bartolina, símbolos de la diversidad, transmisoras de la herencia cultural, portadoras y maestras de la lengua de su comunidad, principalmente para sus hijos e hijas. Sirva este texto como un pequeño homenaje para quienes persisten en el mundo y resisten las diferentes formas de violencia por su triple condición de excluidas: indígenas, pobres, mujeres.

Las mujeres indígenas en México no sólo son herederas de un legado cultural, sino que pueden ayudar a dar respuestas a muchos de los problemas contemporáneos que nos agobian. Por ejemplo, el impulso a la soberanía y seguridad alimentaria, pues además de aportar de forma monetaria a la economía familiar, logran que el trabajo comunitario para los procesos de cosecha y poscosecha se desarrollen en armonía y consiguen que haya participación al mejorar su comunidad. Asimismo, fomentan el trueque y promueven la diversidad de alimentos de autoconsumo, variados, sanos, amigables con la naturaleza y culturalmente apropiados.

Otra aportación que no podemos dejar fuera es que las mujeres indígenas están en plena lucha para enfriar el planeta. Desde sus pequeñas milpas, parcelas, fincas, traspatios, bosques, selvas, desiertos, mares y ríos concientizan a las personas a su alrededor y trabajan para recuperar las semillas criollas y sus prácticas tradicionales para no destruir más el entorno con prácticas agrícolas que dejan daños irreversibles en los ecosistemas. Ellas son clave fundamental en la construcción de alternativas ecológicas locales y globales.

Sin embargo, el tema que nos mueve a la reflexión es lo que aportan las mujeres indígenas a la protección y divulgación de las culturas originarias, ya que su rol es clave en lo que se refiere a la transmisión intergeneracional de sus tradiciones vivas, la historia de sus pueblos, su filosofía y actuar frente a la adversidad y, como ya lo habíamos mencionado, en la defensa de la tierra, el territorio y los recursos naturales.

Gran parte del patrimonio cultural de las mujeres indígenas de nuestro país radica en los conocimientos que tienen sobre medicina, las propiedades de las plantas y flores, semillas y hierbas medicinales; sobre lo que brinda la vida animal, las tradiciones orales, los utensilios y textiles, que incluyen símbolos de identidad y que se han conservado gracias a su esfuerzo.

No podemos olvidar que las mujeres indígenas son quienes preservan la vestimenta tradicional y que se encuentran en desventaja ante las grandes marcas del diseño mundial. Es importante mencionar que, poco a poco, junto a ellas, hemos construido diversas propuestas para su protección, divulgación colectiva y aplicación de sus derechos culturales.

Es primordial insistir en que las mujeres indígenas no pueden considerarse como transmisoras acríticas de su saber-hacer cultural, de sus costumbres y tradiciones. Con el fortalecimiento de las organizaciones de mujeres (artesanas, campesinas o comunitarias) surgen exigencias de cambio a las tradiciones que las ponen en desventaja en sus propias culturas, en las cuales viven la exclusión y la obligación de callar esas acciones que las ponen en situaciones poco favorables ante un mundo que les exige un mayor actuar.

Quisiera terminar con las siguientes reflexiones: las mujeres indígenas no sólo tienen el papel de guardianas de la cultura tradicional, pues son agentes activas de la transformación de las mismas. Son ellas las que nos exigen “no imaginar” la cultura de los pueblos como algo rígido y cristalizado que permanece inalterable a través de los siglos, ya que también son partícipes de la edificación de las grandes metrópolis, los contactos con otras culturas, los intercambios sociales y la globalización.

Los desafíos a los que nos enfrentamos son diversos y complejos, pero nos obligan a asumir un papel más activo, porque tengo la firme convicción de que las capacidades, habilidades y conocimiento ancestral son la base para hacer frente a los cambios, al ejecutar acciones que nos permitan construir un país en el que nadie se quede atrás y en el que cada mujer, todas las mujeres, tengan acceso, de manera justa y equitativa, a los mismos derechos.

Secretaria de Cultura

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