México ha presentado diversos avances en materia de igualdad entre mujeres y hombres, principalmente en lo relativo al empoderamiento político de las mujeres, que ha llevado a que desde la LXIV legislatura del Congreso de la Unión se alcanzara la paridad, sin embargo, ha sido insuficiente para cambiar la cotiadianidad de las mujeres, las tareas del cuidado y el trabajo no remunerado siguen cayendo en los hombros de las mujeres en una mucho mayor medida, lo que genera la mayor parte de las desigualdades.
De acuerdo con el Índice Global de Brechas de Género (WEF, 2022), México ocupa el penúltimo lugar en América Latina en lo relativo a la participación y opotunidades económicas para las mujeres. Si bien la inclusión de las mujeres ha ido creciendo en los últimos 25 años, ésta ha sido gradual y aún persisten disparidades en materia salarial y económica al compararla con la de los hombres, de acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, (ENOE), del Inegi.
La conciliación de la vida laboral y familiar es todavía una barrera, especialmente para las mujeres, al momento de insertarse o permancer en el mercado laboral, son las que, en mayor medida que los hombres, dejan el mercado laboral, reducen sus horas de trabajo o toman opciones de empleo más flexibles debido al matrimonio, la llegada de los hijos e hijas y las cuestiones familiares.
Las mujeres son las que salen del mercado laboral definitivamente o temporalmente, o reducen el número de horas de la jornada laboral, lo que repercute en su experiencia profesional, así como en sus ingresos presentes y futuros.
En el informe “Análisis de las brechas de género en el mercado laboral en México”, se señala que la participación de las mujeres en el mercado laboral de México, que en 1995 significó 32.9 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), en 2022 ya alcanzó casi 40 por ciento.
Una evolución favorable registra la brecha salarial y el ingreso mensual promedio; hace 27 años los hombres ganaban 36 por ciento más que las mujeres, pero en 2022 se reduce a 20.7 por ciento, y en cuanto a ingreso mensual la brecha en el periodo 1995-2022 se contrajo 53 por ciento.
Sin embargo, el 20.41 por ciento de las mujeres de la PEA que no trabajan, tienen necesidad de trabajar, el 43 por ciento no lo hace porque no tienen quién cuide a sus hijos, mientras que el porcentaje de hombres que quiere trabajar, pero no lo hace, es de 5.17, por otras razones.
Las brechas siguen siendo importantes en el tiempo que las mexicanas dedican al cuidado de personas de la tercera edad, niños y enfermos, 20.1 horas a la semana, frente al de los hombres que significa 11.3 horas; o el tiempo que ellas ofrecen a los
quehaceres del hogar que es de 19.33 horas, frente a las 12.6 horas de los hombres, por ello, es urgente fomentar el aprendizaje temprano sobre la corresponsabilidad en las labores de cuidados y el hogar, la igualdad sustantiva y de oportunidades.
Es evidente que las normas sociales y estereotipos de género marcan las decisiones respecto al empleo en las mujeres: el cuidado de los hijos y las tareas domésticas limitan y determinan la decisión de acceder al mercado y de obtener uno mejor remunerado, de calidad y con prestaciones.
La igualdad sustantiva no solo es un asunto de los entes públicos, requiere también de la participación del sector privado, porque la brecha salarial es parte de la gran problemática de la desigualdad y reflejo de la profunda discriminación que hemos vivido las mujeres en el ámbito laboral; el esfuerzo y compromiso de actores públicos y privados es urgente para que en conjunto trabajen en el diseño de políticas públicas que equilibren el acceso de las mujeres al mercado laboral.
Maestra en políticas públicas
Alejandra Barrales (@Ale_BarralesM)