Desde 1972, las convenciones mundiales organizadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para tratar el tema del ambiente han tenido un tinte fundamentalmente primermundista. El enfoque se ha centrado en castigar a los países que menos pueden aportar a la transformación de sus modelos económicos hacia una “supuesta” estructura más amigable con la naturaleza, pues están en continua competencia con el resto del mundo para ser eficientes y de esta forma poder sobrevivir.

En 1992 se celebró la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en Brasil en donde se distinguieron tres amenazas fundamentales para la vida, las cuales han sido tratadas de forma individual en convenciones anuales específicas, dichas amenazas son: 1) desertificación, 2) pérdida de biodiversidad y 3) cambio climático. La última es la más conocida y a la que comúnmente se le refiere como COP (Conference Of the Parties).

Es así que en 1995 se organiza la primera COP enfocada en llegar a acuerdos entre los países contra el cambio climático. No obstante, con 25 de estas reuniones realizadas hasta ahora solamente se han tenido dos logros importantes desde su primera reunión. El primero se consiguió en 1997 por medio del Protocolo de Kioto , un acuerdo internacional que se realizó en Japón. Dicho Protocolo tenía como principal objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de 39 países industrializados en una media de 5.2% en un primer periodo, de 2008 a 2012 y, después en una segunda etapa hasta el año 2020.

El segundo logro fue el Acuerdo de París, el cual se alcanzó en el 2015. En este se establecieron controles a las emisiones contaminantes para frenar el incremento de la temperatura mundial hasta 2 grados máximo, el acuerdo también se enfocó en fomentar apoyos económicos y científicos para combatir la crisis climática.

A pesar del Protocolo de Kioto, las emisiones contaminantes se han ido incrementando año con año en varios países en el mundo (sobre todo en los más industrializados), por lo que las medidas del Acuerdo de París son insuficientes y poco realistas para lograr el objetivo planteado, ya que con base en los datos que han sido publicados en 2020 por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) se requeriría disminuir cada año 15% el volumen total de emisiones contaminantes (Carbonbrief, 2020), una medida muy superior a la de los acuerdos mencionados. Por ello era fundamental crear nuevas herramientas más estrictas para el control climático en la reunión que se realizó en 2019.

El problema es que en la COP 25 que recientemente se celebró en Madrid, no se logró ningún acuerdo general, tampoco se destacó que no se están cumpliendo con los compromisos previos y que a este paso es casi seguro que no alcanzarán las metas de 2030 que proponen los informes del IPCC. En este punto, las personas nos preguntamos qué tan válido resulta seguir asistiendo únicamente como espectadores a reuniones de las máximas autoridades del planeta en las que no se llegan a compromisos concretos porque resulta más importante competir económicamente.

Por otro lado, en los últimos meses hemos sido testigos de movilizaciones de millones de personas en todo el planeta como protesta a la inacción política ante la crisis climática. Esto es un claro reflejo de que la sociedad no solamente está informada, sino dispuesta a participar activamente en el cambio que el mundo, la política y la economía requieren. Las COP deben modificarse y la sociedad debe ser incluida para participar de forma más activa y directa. No podemos seguir a disposición de nuestros representantes políticos, personas que deciden por sus propios intereses y con las que a veces parece que no compartimos más que la nacionalidad.

Profesora Investigadora del Departamento de Producción Económica, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Correo: gioconda15@gmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS