Aleida Azamar Alonso

[1]

Isidro Téllez Ramírez

[2]

Quid non mortalia pectora cogis, auri sacra fames!
(¿A qué crimen no fuerzas el corazón del hombre, maldita sed de oro?)

Así describía Eneas un asesinato para acceder a cierta cantidad de riqueza. Consideramos que no hay mejor forma de hablar sobre la situación de la minería en el mundo hoy en día.

La historia de nuestro país se encuentra indisolublemente ligada a la minería, sobre todo al oro y la plata. Primero, para los pueblos originarios con un fin simbólico, después, para los colonizadores imperialistas como un bien netamente crematístico. Lo que antes simbolizaba gloria y divinidad se convirtió en una pesada loza que aún siguen padeciendo muchos de nuestros connacionales que se enfrentan a las grandes empresas que destruyen la tierra para acceder al tesoro oculto de este mundo.

Esta situación se ha vuelto común en las últimas décadas en México, pues durante los tres sexenios políticos anteriores al actual, la superficie concesionada para extraer metales preciosos creció sustancialmente en todo el país y, el estado de Morelos no ha sido la excepción. Hasta el año 2000 se tenían registrados 64 permisos mineros de este tipo que amparaban un área de 3.7% de la superficie estatal. Para el 2018, el número de títulos mineros pasó a ser de 78, mientras que la superficie en concesión se multiplicó casi por diez, lo que equivale a la tercera parte de este territorio.

Junto al aumento de los títulos aparecieron cuatro proyectos mineros, destacando el denominado “Cerro Jumil” o “Mina Esperanza”, originalmente planteado por la estadounidense Y3K Exploration en 1993, luego retomado en 2003 por la compañía canadiense Esperanza Silver y, finalmente, adquirida por Alamos Gold en 2013. Dicho proyecto está ubicado en un predio entre los cerros El Colotepec y El Jumil en las tierras de San Agustín Tetlama, Morelos. La empresa lo propuso como una mina con dos tajos a cielo abierto, con la expectativa de extraer tres toneladas de oro anuales, además se planea que la duración total de este proyecto sea 12.6 años.

Dicho proyecto presenta varios problemas; primero, a nivel ambiental, pues el rechazo de la manifestación de impacto para que la mina comenzara operaciones se debió a los riesgos de sobreexplotación de los recursos hídricos fundamentales para la supervivencia de los habitantes, así como por la evidente afectación a la Zona Arqueológica de Xochicalco, sitio de valor paisajístico y arqueológico incalculable.

Segundo, por las múltiples denuncias y conflictos con la población local, lo que es resultado de los riesgos socioambientales de largo plazo. A lo que se asocia el pago de 0.09% del valor total del proyecto por concepto de renta anual por la tierra, lo que es exiguo en comparación con las ganancias que la empresa está generando y generará.

Ahora que el precio internacional del oro rompió la barrera de los 1,700 dólares por onza y se proyecta alcance los 2,000 en diciembre de este año ante los efectos económicos de la pandemia de COVID-19, Alamos Gold nuevamente quiere impulsar la explotación del yacimiento auroargentífero, afirmando que la minería es un socio estratégico para los morelenses en el periodo de recuperación económica.

La realidad es que, desde hace casi treinta años, el Cerro Jumil ha sido un territorio explotado financieramente por el afán de poseer el oro que contiene en sus entrañas. Distintas compañías se han agendado pingües ganancias mediante complejas transacciones financieras, sin beneficio evidente para las comunidades, al contrario, lo que esto ha ocasionado es que los pobladores se hayan dividido y confrontado. Quienes se oponen son hostigados por la compañía y por las autoridades locales y federales. La pobreza es la condición común, las promesas de desarrollo nunca se cumplieron y el pueblo se encuentra al borde del abismo por la inacción del Estado, así como por la avaricia de la empresa ¿Por qué ahora la situación sería diferente?

[1] Profesora Investigadora del Departamento de Producción Económica, Universidad Autónoma Metropolitana, y presidenta de la Sociedad Mesoamericana y del Caribe de Economía Ecológica. Correo: gioconda15@gmail.com

[2] Doctorante en el Posgrado en Geografía y becario dentro del proyecto Atlas de la Minería en México del Instituto de Geografía de la UNAM. Correo: isidrotrx@gmail.com

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