Desde que el mundo existe, hay dos tipos de políticos: los que buscan culpables y los que encuentran soluciones.

Quiéralo Alá, quiéralo Visnú, quiéralo Yahvé, quiéranlo Karl Marx, Bertrand Russell y Sigmund Freud y quiéralo quien ustedes digan y manden: ojalá México vaya teniendo más y más del segundo tipo y menos y menos del primero.

Las inundaciones en Chalco podrían, ciertamente, haberse evitado. Anda por allí una suerte de desazolve o canalización que sigue sin concluirse. Hay un problema de basura que podría resolverse mediante tareas o acciones como las que ya se realizan en otras partes, basadas en estudios y en experiencias directas, prácticas. De hecho, los pepenadores son a mi juicio los mayores ecologistas empíricos de este planeta: sin grandes teorizaciones, ponen su granito de arena para un muy pertinente reciclaje.

En todo caso, ¿se toman en cuenta las propuestas ciudadanas o son simplemente los propios políticos (partidos, movimientos, géneros y edades aparte) quienes toman todas las decisiones sin escuchar in situ sugerencias de solución a problemas que la gente de cada lugar padece y que los centros de investigación llevan investigando por años, con seriedad y profundidad?

Juan Rulfo –¿quién más?– colocó las inundaciones y las sequías en el centro de su visión de México, de América Latina, del mundo (los simbolismos de su obra rebasan con mucho los límites de la literatura regionalista). El tema es de una actualidad paradigmática: mientras Chalco se ahoga, creo haber oído que zonas de Iztapalapa carecen de agua potable. ¡Y hay apenas 23 kilómetros de distancia en línea recta entre el corazón de uno y otra!

¿Existen estudios que sustenten y afinen la propuesta ciudadana de que deberían construirse casas con capacidad para retener y almacenar agua de lluvia? Depurado, el líquido se emplearía en baños y acaso en lavadoras.

Imaginemos 30 mil casas en Chalco con capacidades de este tipo: muy probablemente no habría habido inundación de más de tres semanas ni las habría en el futuro.

¿Existe algún proyecto en este sentido, aparte de ese desagüe o desazolve inconcluso?

¿Hay planes para casas térmicas de bajo costo?: menos frías en invierno, menos ardientes en verano. Muchas zonas viven un invierno al revés: hay que salir a la calle si se busca un poco de calorcito.

Llevo varios años insistiendo en la necesidad de educación vial. Se trata de una de mis propuestas ciudadanas. Y ojalá no fuera mía, sino de la obviedad y de la urgencia.

La frustración se me agudiza porque acabo de ver un accidente: una persona abrió su portezuela a media calle, y un joven con una moto se estrelló en dicha portezuela.

No digo dónde ocurrió para que no parezca que politizo mi inquietud.

Tanto la persona como el joven estaban incurriendo en falta, pues el joven iba escurriéndose entre los autos.

¡Qué rápido ocurren los accidentes! ¡Y ocurren, paradójicamente, porque no deberían ocurrir! Si hay una coincidencia en tiempo y espacio de dos personas que están cometiendo una infracción, ocurre un accidente, que puede ser fatal.

Si la persona hubiera abierto su portezuela medio segundo antes, habría muerto aplastada, y el joven motociclista habría pasado de víctima a victimario. Ella, notoriamente, tenía prisa; pues bien, la demora de medio segundo le salvó la vida.

En todos estos y otros casos y condiciones y circunstancias, la educación entraña una mejora evidente, con beneficios para la salud, la seguridad, la economía.

El pasado 21 de agosto el ciclo Hablemos de Cultura (El Colegio Nacional, Fundación unam, Centro de Enseñanza para Extranjeros de la unam) llevó a cabo una mesa en torno al desarrollo y la educación.

Participaron expertos en desarrollo de la Universidad: Enrique Provencio, director del Programa de Estudios del Desarrollo de la propia institución, y Rolando Cordera, emérito de la Facultad de Economía.

Creadores del ciclo (que existe desde 2020) son Dionisio Meade y Araceli Rodríguez, también presentes. Anfitriona fue Anel Pérez, directora del Centro y presentadora de la sesión.

Se citaron expresiones tales como una frase de David Lanz: “La cultura determina toda la diferencia.”

Se insistió en la importancia de dar a conocer “de la mejor manera posible” todo el conocimiento que ha generado la Universidad: resulta clave transmitirlo a la sociedad, así como formar líderes y no perder la conciencia de todo cuanto la Universidad ha hecho; por ejemplo, numerosísimas obras de ingeniería a lo largo y ancho del país son producto de mentes universitarias.

Asimismo, el sistema de salud se ha nutrido de jóvenes procedentes de aulas de Medicina. También puede hablarse de Química en esos términos y de ciencias sociales y humanidades.

Urgía ligar en la mesa economía y cultura, desarrollo y creatividad artística o científica. Se hizo referencia a los estudios de Ernesto Piedras hacia 2004: según el criterio de incluir en el rubro de Cultura toda actividad amparada por los derechos de autor, hace veinte años la cultura ocupaba el cuarto lugar como generadora de ingresos, únicamente detrás del petróleo, las remesas y el turismo. (Se ha visto un punto frágil de la propuesta de Ernesto Piedras: bajo derechos de autor se amparan fenómenos de muy baja o nula calidad e incluso contraproducentes.)

Muchos de los problemas en Chalco se relacionan con la insuficiencia de dos de los tres factores para la generación de riqueza: capital y organización (el tercero es trabajo, esto es, personas dispuestas a laborar y capacitadas para una serie de tareas).

Como generadora de riqueza, la cultura es matriz de desarrollo y contribuye a resolver problemas nacionales. La cultura anima la creatividad. Y de la creatividad nacen propuestas.

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