La campaña por la presidencia de Estados Unidos se juega en muy diversos tableros simultáneos.
Uno de ellos, fundamental, es la persuasión. Se dice que los candidatos “arañan” cada voto en los famosos “swing States”, estados “bisagra”, donde se decide muchas veces la elección más importante para el mundo entero.
Durante el debate entre Kamala Harris y su oponente vimos dos maneras muy distintas de relacionar las palabras y los hechos.
Entre otras expresiones relevantes acerca de un asunto absolutamente crucial para la especie humana, Aristóteles exponía que decir la verdad es “decir de aquello que es, que es, y de aquello que no es, que no es”.
Hay tantos temas relevantes que el asunto de las mascotas en Springfield, Ohio, es un simple distractor, si bien Springfield es una de esas ciudades que pueden ser estadísticamente representativas del comportamiento demográfico y electoral en la Unión Americana.
Del análisis sobre el incidente (que ya dio lugar a una graciosa melodía-meme de amplia circulación) se desprende que mucha gente en Springfield no quiere ser asociada con un rechazo a los migrantes.
La complejidad del tema migratorio nos lleva de nuevo a Aristóteles: el migrante es. Y es porque es necesario. La crisis en el cinturón del óxido, el famoso Rust Belt o Manufacturing Belt, no es producto de conspiraciones o de peligrosísimas y paulatinas invasiones silenciosas, sino de un largo proceso de reconfiguración de las fuerzas económicas reales, a partir de otro principio que ha demostrado que, sin duda alguna, también es: la búsqueda de una maximización de las ganancias de los empresarios inversionistas, a partir de una minimización de los gastos.
Detroit es el ejemplo más dramático de un despoblamiento que más temprano que tarde se convirtió en empobrecimiento; he aquí otra verdad que Aristóteles aprobaría: la riqueza es porque la gente es. Hay riqueza allí donde hay gente bien organizada y también hay capital que fluye bajo condiciones justas, confiables, equitativas.
La riqueza, en fin, tiene tres multiplicandos muy básicos: trabajo, capital y organización. Quizá Aristóteles consideraría válida esta síntesis contemporánea de viejas fórmulas afines.
Parece también susceptible de confirmarse que gobernadores republicanos de Ohio han pedido que lleguen migrantes. Y desde luego el otro multiplicando se vuelve decisivo: organización. Una buena organización es tan compleja que echa raíces en factores tales como la educación, la coordinación entre agencias gubernamentales, una visión muy clara de hacia dónde va la economía y hacia dónde queremos que vaya, la comunicación persuasiva (vale decir, efectiva, energizante), además de factores añadidos como la inteligencia artificial y la emergencia climática, sobre la cual claman las voces de Francisco, Antonio Guterres, Greta Thunberg.
La prensa española señala en estos días un desajuste paradigmático: líderes del Partido Popular gritan en público contra la migración y piden en corto más migrantes de manera ordenada, planeada.
Desajustes, pues. Desajustes entre lo que es y lo que se dice que es, aunque no sea. Desajustes entre mi palabra pública (para complacer al jefe) y mi palabra privada (para complacer al mundo real).
Palabras. Las palabras son tan importantes que son el principio de toda organización, ese multiplicando (no lo olvidemos, por favor) de una riqueza que no es (nunca lo ha sido ni lo será) nada más el capital.
Este martes 1 de octubre se pronunciarán palabras “desde la más alta tribuna de la República”. La doctora Claudia Sheinbaum Pardo tiene una oportunidad tan grande como el desafío que enfrenta desde el primer minuto de su mandato.
Y ese primer minuto, ese primer día, esa primera vez son ritos, protocolos, gestos que van marcando prioridades. Y, por encima de los ritos, de los protocolos y de los gestos se alzan palabras que irán delineando una nueva etapa en la historia de México, esto último ya tan sólo por el hecho de que por primera vez serán dichas por una mujer, una licenciada en Física, una maestra en ingeniería de la energía, una doctora en ingeniería ambiental.
Aristóteles y los juristas me corregirán de inmediato si yerro al decir que, en términos constitucionales, el pueblo es la totalidad de la población. Y el pueblo, como totalidad de la población, es el depositario de la soberanía y por lo tanto del mandato: el pueblo manda. La primera mandataria es porque recibe un mandato. Nos merecemos que las palabras este inminente 1 de octubre se dirijan a toda la población, para unirnos y ayudarnos.
YouTube nos proporciona discursos inaugurales completos. Paradigmático es el discurso de John F. Kennedy aquel frío 20 de enero de 1961. Frases quedan, como aquella de que no pienses que puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tú por tu país.
Tengo la sospecha, acaso sentimental, de que el último discurso energético en México se dijo un 6 de marzo de 1994 en el Monumento a la Revolución. Vibran todavía esas palabras. Vibra el perfecto equilibrio de las partes del texto. Vibran el diagnóstico sobre el país y la esperanza de un México más justo. Vibra una especie de cruz blanca a espaldas del candidato, a dos semanas de convertirse en figura mártir.
“¿Para qué poetas en tiempos de penumbra?”, se preguntó Friedrich Hölderlin. Los poetas fundan universidades, como lo hizo Justo Sierra. Quizá la maravillosa Alejandra Pi-zarnik puede ampliar la respuesta, exaltando el inmenso valor de la palabra (agradezco a Ximena Gómez el compartirnos la emoción de estos versos en el grupo de quienes hicimos el número 4 de la Revista UNAM Internacional):
Hemos dicho palabras,
palabras para despertar muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde podamos sentarnos
y sonreír.
Hemos creado el sermón
del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.