Una política sin ética nos está acostumbrando a reducir la competencia política y electoral a una manipulación del hartazgo que tiene la sociedad que no encuentra cambios profundos en su vida diaria a pesar de las transiciones políticas. La vida política en México se está concentrando en profundizar la polarización, en las disputas por el poder y el dinero; y en la popularidad por encima de los resultados. La democracia y los buenos gobiernos no se reducen solamente a los triunfalismos electorales, son un proceso continuo de rendición de cuentas, mutua cooperación con la ciudadanía, la reconstrucción del tejido social y en el servicio a las comunidades.

La falta de limpieza de funcionarios y miembros corruptos en las filas de los partidos políticos están convirtiendo a las alianzas en lodazales. Los partidos se olvidan de sus principios y le dan más valor al pragmatismo que conlleva hacer lo que sea con tal de ganar una elección, convirtiendo las alianzas en pactos dedicados a encubrir las corrupciones y los malos gobiernos de quienes participan en las coaliciones. Lejos de servir a la ciudadanía, las alianzas están promoviendo acuerdos de impunidad que diluyen las responsabilidades de sus integrantes como un método político para olvidarnos del dolor y la miseria, que han generado estos partidos en el pasado y que lo siguen haciendo en el presente.

Solo así se puede comprender que propuestas políticas tan distintas como las que representan Morena y el Partido Verde puedan aliarse, cuando inclusive el primero exigió ante el INE en 2015 la desaparición del segundo, acusándolo de tener una historia de corrupción al lado del “PRIAN” y por sus constantes violaciones a la ley electoral. El pragmatismo unió también a Morena con el Partido Encuentro Social –especialmente en Morelos– contrariamente a sus posturas respecto a los derechos de las mujeres, el libre desarrollo de la personalidad; y a los derechos sexuales y reproductivos. Que, aunque se dedican a atacar al PRI y al PAN, también se esfuerzan en invitar a los gobernadores por esos partidos a integrarse a su proyecto político y de gobierno, aún cuando son acusados de corruptos y criminales por sus simpatizantes durante las campañas electorales.

La carencia de ética hace que un partido como el PAN, que fue perseguido y violentado por el PRI durante décadas, que lo acusó de asesinar a sus candidatos y que, hasta antes del 2018, se culpaban mutuamente de haber convertido al país en un matadero por las altas tasas de violencia y por coludirse con el crimen organizado. Hoy se alían con el único objetivo de destruir al adversario pero sin depurar entre sus filas a personajes corruptos y criminales, sin propuestas y sin proyecto de nación. Sin dejar de mencionar a un partido como el PRD del cual no queda nada más que su historia. La alianza opositora tiene un pacto de silencio e impunidad ante los delitos que pesan sobre sus espaldas, haciéndoles incapaces de abordar con responsabilidad y contundencia, todas las veces que defraudaron a este país a través del mal uso de la administración pública.

Las alianzas políticas, por tanto, deben ser con las y los ciudadanos, alejarse de la obediencia partidista y los favores mutuos a costa de la justicia. Los partidos deben ver más allá de sí mismos, aprovechar todo el tiempo de trabajo, creatividad e indignación que están presentes en la ciudadanía, para traducirlas en propuestas y acciones de gobierno concretas que promuevan y amplíen los derechos para todas y todos. Representar a la ciudadanía a través de la suma de voluntades por medio de la creación de espacios horizontales de discusión, planeación y organización, con base en un nuevo paradigma político que respeta y protege la diversidad, las autonomías de las comunidades y; que conoce y reconoce sus conocimientos y experiencias.

Las alianzas pragmáticas no pueden considerarse verdaderas alternativas, pues los partidos se alían con sus propios intereses y no con los ciudadanos a los que dicen representar. Las alianzas están con los hombres y mujeres libres que con solidaridad y trabajo honesto son la verdadera fuerza transformadora que nuestra nación necesita.

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