Hoy, la Universidad de Guadalajara (UDG), saldrá a marchar y se hará sentir en el corazón del estado de Jalisco, en defensa de su autonomía, el conocimiento y la verdad, un presupuesto digno y por el derecho a la educación de los jóvenes universitarios del estado. Las razones, un conflicto innecesario, absurdo e irracional, iniciado por el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro. Causado por la reasignación de un presupuesto que estaba asignado y comprometido por el poder legislativo para la UDG. El conflicto por el presupuesto se está dirimiendo en tribunales, pero se ha trasladado a todos los ámbitos en los que la UDG y el Gobierno de Jalisco se relacionan.

La reacción y resistencia de la UDG se ha dado de manera natural. Desde el año pasado, la universidad ha realizado casi 100 manifestaciones para exigir al gobernador que se respete la autonomía universitaria y se entreguen los recursos que ilegalmente fueron quitados, además de entregar cientos de miles de cartas firmadas por la sociedad jalisciense exigiendo los mismos fines. La unidad y el apoyo de sus sindicatos de trabajadores y académicos, así como de la organización estudiantil, han hecho esto posible. El Rector General y el Consejo General Universitario, realizaron esfuerzos en diversas ocasiones para la solución del conflicto, más resultando infructuosos por la cerrazón del titular del ejecutivo en su innegociable demanda de silenciar la crítica de la comunidad de académicos, investigadores y periodistas de la casa de estudios.

Desde los poderes del estado, se financia una estrategia de comunicación para hacerle creer a la ciudadanía que “nunca antes se había apoyado tanto a la universidad”, cuando en la realidad el aumento de los presupuestos estatales son marginales y se quedan muy cortos en comparación con los sexenios pasados. Vaya concepto que tienen de lo que significa apoyar a la máxima casa de estudio de Jalisco, cuando el gobierno del estado ha desplegado una campaña para denostar todos estos esfuerzos universitarios, utilizando toda su estructura política y situándose en el terreno de lo personal dirigida a funcionarios universitarios.

Por otro lado, al percibir que la universidad no se doblega y ante la convocatoria de la UDG a una mega marcha, poderes oscuros, sin rostro y en la clandestinidad –incluyendo la procedencia de los recursos con los que realizan sus actividades–, han elevando la violencia y el clima de linchamiento dirigido hacia la UDG, por medio de métodos porriles consistente en el reparto de panfletos, el despliegue de campañas sucias en redes sociales e intimidaciones a las afueras del domicilio del Rector General. Esta campaña inmoral, pretende lograr la dominación de la UDG.

La libertad de expresión, de pensamiento y creación son los distintivos del espíritu universitario. Estas libertades son contrarias a la dominación, cuando las comunidades educativas las pierden, dejan de tener todo sentido en sí mismas, para su comunidad y para la sociedad a la que les ofrecen su labor. Por ello, si un rector y una universidad avalan la dominación y conceden que su autonomía sea vulnerada, ya no tendrían ninguna salida y se convertirían en un elemento más del lodazal que se han vuelto las instituciones del Estado. Las cuales están cada vez más débiles, cada vez más carentes de personalidad, sin peso y dejando de ejercer los contrapesos para los que fueron diseñadas.

La dignidad de la UDG, la hace ir más allá de ser un botín al servicio de los poderes en turno, su resistencia se mide en la calidad del servicio que presta a la comunidad de Jalisco, también por la lucidez, la sabiduría y la ética, que la hacen defender cada milímetro de su autonomía. La UDG, por fortuna, está alejada del servilismo a intereses ajenos a la vida de la institución, está enfocada en la reflexión profunda sobre temas sociales, científicos, políticos, culturales y éticos. El conflicto y los ataques a la UDG, están mal calculados, no midieron la enorme calidad moral de la universidad. Si se mantiene la ignorancia, pequeñez de miras y la prepotencia, este conflicto continuará hasta 2024 pero no más allá. El desgaste será para los que la atacan, pues la universidad, como siempre, sobrevivirá más allá de los tiempos políticos.

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