Estamos a unos días de la elección más grande que se haya tenido en la historia de México, en donde se elegirán 21 mil 368 funcionarios públicos. Se definirán a lo largo y ancho del país 15 gubernaturas, 500 diputaciones federales, 1 mil 63 diputaciones correspondientes a 30 congresos locales y mil 926 alcaldías en 30 entidades federativas.
Sin embargo, lo más importante del proceso electoral no son los miles de cargos en juego, pues la democracia no se puede entender sin las y los votantes. Los partidos, candidatas y candidatos son medios que, de ganar, deben estar sujetos al servicio y escrutinio de la ciudadanía. El poder lo tiene el votante.
Como ya lo mencioné en mi columna “Polarización y elecciones”, la polarización extrema en la que se encuentra el país determina que votemos más de acuerdo con lealtades tribales que con un juicio sensato de prioridades. Para superar la ebriedad propagandística y ejercer nuestro voto más allá de la adhesión incondicional hacia un partido u otro, es necesario hacer una revisión del pasado y una constante rendición de cuentas en el futuro, gane o no el candidato de nuestra preferencia.
El voto libre y razonado, pasa por revisar la trayectoria y reputación de quienes tuvieron la oportunidad de llegar a la boleta -lamentablemente, muchas y muchos quedaron en el camino, la elección de 2021 es la más violenta de la que se tenga registro-, desde revisar la experiencia que tienen en el servicio público, conocer cuáles son sus posiciones políticas respecto a los temas que consideramos más importantes, hasta conocer qué tipo de iniciativas ha promovido el partido que le postula.
Este último punto es de suma importancia, pues muchas veces la propaganda partidista y las supuestas propuestas son totalmente incongruentes con lo que en realidad promueven en los congresos y en las acciones ejecutivas. No es útil votar por los que ya le fallaron a México. El voto es un buen instrumento para promover la paz y cambiar la política que promueve la guerra y el militarismo; apoyar la regularización de las drogas con un enfoque de salud y no punitivo; apostar por el medio ambiente y contrarrestar los efectos del cambio climático. Solo por poner algunos ejemplos.
Por otro lado, para lograr una verdadera democracia necesitamos que exista una constante rendición de cuentas. Exijamos a quienes les demos nuestro voto y, por tanto, sean elegidas y elegidos para ejercer una función pública, que cumplan lo que prometen, que dejen atrás la simulación, y que construyan y apliquen políticas que permitan mejorar la vida de las comunidades. Que defiendan la dignidad y los derechos humanos, y que utilicen los recursos que administran de forma eficaz y transparente.
Votemos de forma crítica, autónoma y anónima. Votemos por una agenda que promueva la paz a partir de acciones a corto, mediano y largo plazo. Votemos pensando más allá del 6 de junio. Exijamos y obliguemos al Estado a rendir cuentas a través de sus representantes. La democracia y el trabajo de la ciudadanía, de los partidos y funcionarios públicos, es una tarea de todos los días.
P.D. A partir de hoy, vuelvo a ser Senador suplente. Para mí, el haber tenido la oportunidad de representar durante el último año a Jalisco y a las y los mexicanos en el Senado de la República, ha sido la responsabilidad profesional y el honor más grande que he vivido hasta la fecha. Agradezco a mi estado y a los hombres y las mujeres que me dieron la confianza en las urnas hace 3 años. Tengan la certeza de que seguiré honrando esta confianza desde cualquier tarea o espacio, hoy y siempre.