La ciencia es un derecho humano ejercido a través del disfrute de sus beneficios y aplicaciones para todas las personas, además significa para las comunidades científicas la posibilidad de investigar en libertad, así como contar con las herramientas necesarias para la generación del conocimiento. Sin embargo, la política científica en México se encuentra en crisis, tanto por la reducción del presupuesto en términos reales, como por el sometimiento a la creatividad científica que genera la centralización de las políticas y decisiones en una institución, el Conacyt.

La reducción presupuestaria preocupa no sólo porque el pequeño aumento que se dio en el presupuesto 2022 cubre apenas la mitad de la inflación que se encuentra en un nivel arriba del 7%, generando que en México las personas e instituciones científicas se dediquen a administrar la incertidumbre y sin poder llevar a cabo proyectos de largo alcance. Cada vez hay más personas con posgrados, algo bueno para el país, pero malo para ellas, pues el número de becas y apoyos cada vez cubre un porcentaje menor de los investigadores que existen. Para que nadie se quede fuera de los apoyos, en vez de aumentar los presupuestos se planea repartir menos dinero entre más personas, precarizando la labor, provocando fuga de talentos y retrasando la innovación, por lo tanto, el desarrollo.

No hay algo más perjudicial para la ciencia, el desarrollo tecnológico y la innovación que la falta de crítica y retroalimentación. Esto se logra con la participación y articulación de lo público, lo privado y la sociedad civil, pero lamentablemente el Conacyt y el partido en el poder, solo escuchan y permiten la participación de aquellas personas e instituciones que comparten sus creencias y preferencias. Dándole una relevancia excesiva a cualquier estudio, investigación o posición que los apoye, ignorando las de todos los demás. Siendo especialmente sensibles ante cualquier argumento discrepante, algo natural en cualquier producción científica y su evaluación entre pares.

Es importante ser muy claros, las comunidades científicas del CIDE, la UDG, la UNAM, ProCienciaMx, Rednacecyt, las del perseguido Foro Consultivo Científico y Tecnológico, las y los investigadores de las universidades privadas, las mujeres excluidas de la ciencia, los becarios en el extranjero, no estamos cuestionando la inteligencia de las personas que integran el Conacyt o la 4T. Para nada, simplemente nos dedicamos a presentar pruebas que permitan revisar las políticas científicas, y así poder llevar a cabo las modificaciones necesarias, en beneficio de todos.

Lo señalaba en mi última columna citando a los economistas ganadores del premio Nobel de economía en 2019, lo peligroso no es equivocarse sino enamorarse tanto de las ideas propias como para impedir que los hechos se interpongan. El Conacyt y la 4T tienen que empezar a reconocer que nadie sabe de todo, y todos necesitamos de los demás para tomar las mejores decisiones, más allá de nuestro ego y nuestras creencias ideológicas.

Para detener el deterioro científico que genera la falta de crítica y consensos entre la ciudadanía, es necesario escuchar y llegar a acuerdos basados en hechos y datos objetivos, sin importar de donde provengan las opiniones. Razón por la cual, en la Cámara de Senadores se realizará el foro “Ciencia y Educación Superior en México: momento crítico” como una continuación del foro realizado en la Cámara de Diputados.

Las y los legisladores, como responsables de la elaboración de la nueva Ley General de Ciencia, Tecnología e Innovación –que dicho sea de paso está pendiente de aprobarse desde 2019– tienen la oportunidad de reconocer la experiencia, el conocimiento y trayectoria de las comunidades que han dedicado su vida a la ciencia y la educación superior, así como la opinión de todas las fuerzas políticas y empresariales. Cualquier Ley de Ciencia que no tome las diversas opiniones del sector, estará condenada al fracaso, continuando con el deterioro científico en el país. Aún es tiempo para cambiar y corregir el rumbo, aún es tiempo para poner a la educación, la ciencia y la tecnología al centro. Aún es tiempo de escucharnos y llevar a nuestro país al lugar que se merece.

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