Las nuevas condiciones respecto a la cooperación internacional en materia de paz y seguridad, entre Estados Unidos y México; abren el camino a una nueva estrategia para afrontar los problemas compartidos en materia de violencia, crimen organizado, narcotráfico, adicciones, trata de personas, tráfico de armas y lavado de dinero. Aunque la Iniciativa Mérida seguirá vigente por lo que resta del año y el llamado Acuerdo Bicentenario es aún una declaración de principios, todo parece indicar que después del 2022 quedará atrás una política ideológica de “cooperación” promovida e impulsada por los Estados Unidos, que ponía en el centro sus intereses la declarada Guerra contra las Drogas.
Esta guerra es fruto de interconexiones internacionales y por tanto, no puede limitarse a acciones de una sola nación. Pues en donde las bandas se disputan el dominio del cultivo, fabricación y trasiego de la droga, parte desde Sudamérica, pasa por Centroamérica y llega hasta México, como ruta o última aduana para acceder al mercado más lucrativo de venta y consumo de drogas del planeta y primera economía mundial: los Estados Unidos de América.
El primer cambio destacable, tiene que ver con un modelo de responsabilidad compartida respecto a los problemas antes mencionados. Esto no quiere decir que los países cooperarán en las mismas condiciones, sino que desde un modelo conocido como Do not harm u obligación de no dañar, se cuidará a las comunidades y personas con una política innovadora (para la relación bilateral) de máxima protección a los derechos humanos, prevenir la captación criminal de jóvenes, disminución del tráfico de armas y municiones, atención de las adicciones con enfoque de salud pública y lucha contra el crimen organizado, basado en inteligencia, compartiendo experiencias y conocimiento, así como nuevas tecnologías.
Por otro lado, este nuevo entendimiento continuará con la ayuda económica del todavía no extinto Plan Mérida, pero ahora enfocada en otro tipo de cooperación, distinta al de envío de armas y equipamiento militar, por otro de mayor beneficio a la situación de extrema violencia e impunidad que azota a nuestra nación desde hace casi dos décadas.
Esta alianza, establece un compromiso diferente respecto al tráfico de armas, situación que, en conjunto con el lavado de dinero en bancos de distintos países, crea las condiciones para que los carteles mexicanos sigan manteniendo el control de vastos territorios de nuestra nación. Apenas en marzo de este año, el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, general Glen VanHerck, estimó que al menos en el 35% del territorio mexicano existía una fuerte presencia de grupos criminales, manteniendo por medio del terror y el poder de las armas el control fáctico de la región.
Un acierto previo del gobierno mexicano fue llegar al diálogo con la restricción de visas para agentes gubernamentales de los Estados Unidos, principalmente de la DEA, a través de las modificaciones a la Ley de Seguridad Nacional, aprobadas por el Congreso de la Unión. Es indudable el catastrófico papel que ha jugado en muchos momentos esta agencia antidrogas, que con el paso de los años y con el cúmulo de errores y omisiones, carga gran parte de la responsabilidad de la fallida estrategia de seguridad multilateral en torno a la agenda. Una leída a las memorias de la agotada primera edición del libro “El fiscal de hierro”, de Javier Coello, podría dar solo un ejemplo.
Espero que el Acuerdo Bicentenario no quede solamente en una carta de intenciones o una mera declaración de principios, y que como lo señaló el canciller Marcelo Ebrard, el plan detallado que se presentará en diciembre cumpla y esboce, desde su diseño una ruta exitosa para alcanzar las metas urgentemente requeridas.
Al incluir como indicadores de resultados la reducción de la violencia en México, primordialmente relacionada con los homicidios, así como la atención y reducción del consumo de drogas sintéticas como el fentanilo en los Estados Unidos, el acuerdo debe considerar una fuerte inversión económica y participación de la sociedad civil.
Espero también que el Gobierno de México sea congruente con estas intenciones, rediseñando y dando marcha atrás a la militarización de la seguridad y de todos los demás ámbitos en los que el Presidente se ha empeñado en involucrar a las instituciones castrenses. Que la cooperación internacional que anhelamos y esperamos en 2022 permita que en México deje de imperar la muerte, causada por la violencia directa, por la miseria, la pobreza y esté enfocada en el desarrollo pleno de nuestras vidas y la conservación del medio ambiente. Por todas aquellas personas que han sido asesinadas, desaparecidas y víctimas de esta guerra absurda, esperemos que ambas naciones pongan todo de su parte.
Por parte del que golpea el teclado, solo reconocer la astucia e inteligencia con la que la cancillería ha manejado estos diálogos y celebrar esta nueva etapa del presidente López Obrador en cuanto al manejo y nuevo enfoque de nuestra política exterior, dejada en un plano secundario en sus primeros años de gobierno. Esperemos de verdad, que conlleven a los resultados que anhelamos como nación.