La pluralidad y contrapesos nos benefician.
En algo se equivocan los dos bloques que promovieron el miedo y la polarización con el objetivo de obtener el mayor número de votos. Por un lado, un político o un partido no puede tener como única aspiración obtener el control de los poderes para aprobar todos los cambios que le vengan en gana sin que existan procesos de discusión, deliberación y consensos. El que aspira a esto, no puede llamarse demócrata, si no una persona más bien con aspiraciones totalitarias. Por otro lado, el bloque que supuestamente representa la oposición, se equivoca al pensar que el país olvidará su pasado corrupto y repleto de ineficiencias e incompetencias. Sobre todo, albergando a los políticos de siempre, sin cambio generacional y sin haber limpiado sus filas del crimen organizado.
Aciertan quienes optan por una tercera vía, fuera del autoritarismo y la polarización contando con contrapesos que limiten al poder. Por alternativas que defienden la dignidad y los derechos humanos, que promueven la igualdad con perspectiva de género y respetan profundamente la opinión de los demás.
Imponer es fácil cuando se cuenta con mayoría, pero estoy convencido de que es más inteligente y eficaz para el país, contar con diversidad de actores y pluralidad de ideas. La nueva conformación del Congreso Federal, nos da la oportunidad de alejarnos de la polarización, reaprender a dialogar y construir acuerdos y, sobre todo, de escuchar a la ciudadanía.
Ya lo he dicho en este espacio, no hay nada más peligroso en una sociedad que perder la capacidad de dialogar y reconocer a todas las personas que la conforman. Un demócrata reconoce que puede estar equivocado o que sus propuestas pueden ser mejoradas y fortalecidas, tiene apertura a escuchar a todas las voces y deja atrás su fanatismo.
Aunque muchos piensan lo contrario, las y los ciudadanos siguen de cerca nuestra actuación en el servicio público y lo demuestran a través del voto de castigo, por ello todas las fuerzas políticas importantes sufrieron derrotas y obtuvieron triunfos.
El voto de castigo permite cambios drásticos en la conformación política.
Se puede percibir con claridad en la Ciudad de México y en Tamaulipas, pero, sobre todo, en cómo los votantes les cerraron las puertas a viejos y nuevos partidos que claramente son percibidos como meros negocios. Los líderes charros provenientes del sindicalismo priísta/morenista, los grupos anti-derechos y las figuras del espectáculo, cada vez tienen menos cabida en la vida política mexicana.
En contraparte, también la elección nos permite percibir cómo el electorado se decanta por una opción política, reeligiendo a diputados federales y locales; así como a sus munícipes. Esto se puede observar en lo sucedido en mi estado, Jalisco.
El INE es una institución que tiene su base en la participación ciudadana.
El Instituto Nacional Electoral (INE) cuenta con solidez institucional que se manifiesta en la organización de las elecciones, además de contar con una buena reputación entre las y los votantes que, dicho sea de paso, rompieron récord de participación en una elección federal intermedia, acudiendo a las urnas de manera sorprendente, con una asistencia de más del 51% de todo el electorado.
La fortaleza del INE recae directamente en la participación ciudadana. El domingo pudimos percibir como nuestros vecinos y vecinas fueron quienes nos recibieron en las casillas, como muchas y muchos abrieron sus viviendas para que pudiéramos acudir a ejercer nuestros derechos. Fueron ellas y ellos quienes protegieron nuestra salud cumpliendo con las medidas sanitarias, organizaron las elecciones y contaron nuestros votos.
Este es el valor de un organismo autónomo como el INE, por ello, es el gran ganador de la jornada electoral de ayer. El cuidado de la autonomía e imparcialidad en áreas sensibles y aspectos frágiles de la vida pública del país debe ser liderado por la ciudadanía, limitando con ello los excesos del poder. Las voces que promueven la desaparición del INE para que el Ejecutivo o la Guardia Nacional sean quienes organicen las elecciones, entrañan la dictadura perfecta y anhelan el regreso del autoritarismo. La democracia mexicana ganó el día de ayer y dio signos de madurez ante los continuos embates desde el púlpito presidencial. En México, los votos cuentan.