La ciencia y educación superior en México está en crisis desde hace décadas y algunos de los problemas que venimos arrastrando se están agudizando en los últimos tres años. Esta fue la principal conclusión a la que llegamos en el Foro “Ciencia y educación superior en México: momento crítico” que llevamos a cabo en el Senado de la República. En este espacio plural, participaron académicas, académicos y estudiantes de diversas universidades públicas y privadas, centros de investigación, sindicatos de investigadores y colectivos científicos.

Para el Foro, la autonomía, las libertades de pensamiento e investigación y la integración de la ciencia mexicana en un mundo interconectado y global, son los pilares en los que debería sostenerse el país para consolidar su desarrollo universitario, científico, tecnológico y de innovación. Sin embargo, el estado mexicano ha destruido estos cimientos a través de la cooptación de la toma de decisiones en las universidades, por medio del debilitamiento del autogobierno, centralizando las decisiones, impidiendo la autogestión e imponiendo ‘límites ideológicos’ y geográficos a las directrices de investigación.

Recordemos que los problemas más complejos e importantes no pueden ser gestionados sólo desde un punto de vista y sin acudir a universidades en el extranjero, pues son multifactoriales, globales y requieren un abordaje sin fronteras, sujetos solamente al método científico y la comprobación empírica. Permitiendo un entorno ideal y adecuado para que las innovaciones florezcan desde cualquier lugar e institución educativa del país, con participación pública y privada, con el objetivo de cambiar el mundo de maneras inimaginables.

El foro lamentó que, en la última década, la inversión en ciencia, tecnología e innovación, se ha ido reduciendo consistentemente, pasando del 0.49% del PIB en 2010 al 0.31% en 2020, esto a pesar de que la Ley contempla la obligatoriedad de invertir al menos el 1% del PIB en estos rubros. Pareciera que el gobierno de México ignora la evidencia respecto a que aquellos países que invierten más en estos sectores son los que más crecen en desarrollo y dan una vida más digna a sus ciudadanos.

Aún más importante, aquellos países que han invertido en sus jóvenes, aquellos que han basado sus decisiones de política pública en sustentos científicos, son los más preparados para afrontar las diversas crisis que, en un mundo global e interconectado, nos afectan a toda la humanidad por igual. El ejemplo del desarrollo de la vacuna “patria”, es la muestra de que la innovación tecnológica no se da por decreto, sino que es fruto de años de planeación, inversión e implementación de políticas a largo plazo.

A este olvido, hay que agregar la manera en que la 4T ha perseguido la vida científica, poniéndola en una posición de desventaja y criminalización frente al país. El Presidente se ha dedicado a denostar y a mentir, respecto a la labor de muchas personas, incluyendo a comunidades científicas y universitarias. A través del pensamiento mágico, polariza en lugar de unir, promoviendo una cultura de persecución ante la disidencia y hacia las posiciones críticas frente a las decisiones de gobierno. Incapaz de dialogar, confrontar y retroalimentar sus ideas, acusando sin demostrar nada.

Las y los participantes del Foro, abordaron también el olvido y precarización en la que se encuentran miles de académicos de asignatura. Para Héctor Vera, investigador de la UNAM, esto lo generan los recortes presupuestales de ‘austeridad republicana’ que viven las universidades públicas y centros de investigación, pero que también alcanza a las universidades privadas que piensan que los profesores no son dignos de recibir un salario ni prestaciones. Situación que se refleja en la ‘becarización’ del mundo académico. Las Universidades para el Bienestar Benito Juárez, son un ejemplo en el que los profesores son ‘becarios’ y no se les permite firmar un contrato laboral.

A pesar de los agravios hacia la comunidad científica y académica, estas comunidades siguen resistiendo. A pesar de la presión gubernamental, no sucumben y no se rinden. A pesar de llamarles ‘neoliberales’ y ‘neo-conservadores’, que supone que todo tiene una vocación mercantilista, ellas y ellos demuestran que la ciencia es objetiva y neutral, y que su uso difiere dependiendo de quien se lo da, entre ellos los gobiernos, los políticos y los poderes económicos. Para la Senadora Beatriz Paredes, este tendría que ser el horizonte principal: el Estado mexicano en conjunto con las comunidades científicas, tendrían que decidir el rumbo, sin imposiciones y abierto a la idea de un liderazgo compartido, que se inserta en una comunidad global y competitiva.

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