Mientras estudiaba los primeros semestres de mi licenciatura, discutíamos con pasión y enojo el intento de un presidente que traicionó el cambio queriendo encarcelar a su principal opositor político. Hablábamos de revolución, de rebeldía y de defensa al jefe de gobierno que resistía un desafuero y los embates del entonces hombre más poderoso del país. Desde los anhelos y oportunidades que la universidad pública pone al alcance de los más desprotegidos, los desclasados, los venidos a menos, a los que en la lotería de la vida les tocó nacer en la pobreza y en la desigualdad. Los estudiantes, profesores, investigadores y científicos, en conjunto con toda la comunidad universitaria defendíamos en las calles, en las aulas y en las mesas familiares al AMLO candidato, perseguido por el poder.

A los hermanos del CIDE; a los profesores, 
 investigadores y científicos de todas las universidades 
 y centros de investigación públicos y privados del país.  
 

Una década y media más tarde nos reuníamos a festejar la llegada de aquel candidato a la presidencia de la república, y celebrábamos; en las aulas, en las calles y en las mesas familiares. Asegurábamos que por fin llegaría una visión de país apalancada en la educación de las masas, en alcanzar las inversiones en educación, ciencia y tecnología que los gobiernos neoliberales nos habían negado. Que el ser profesor no sería más sinónimo de pobreza salarial, que los científicos tendrían recursos para realizar las innovaciones que nos llevarían al desarrollo. Que México por fin tendría justicia, igualdad y el ejercicio pleno de sus libertades.

Llegó el AMLO Presidente, y nos tumbó las sonrisas y la esperanza a golpe de mañaneras. Los profesores fueron perseguidos dentro y fuera de las aulas, los científicos por la fiscalía y las comunidades universitarias acosadas en las calles, las redes y desde el poder. Y del festejo de triunfo, comenzaron los silencios, el estupor y la duda ¿en que nos habíamos equivocado?, ¿que no habíamos visto?, ¿en que le fallamos al ejercicio democrático del voto?

Comenzó la decepción. Recortes generalizados en inversión educativa, desaparición de los fideicomisos que hacían respirar la poca ciencia y tecnología que se desarrollaba en nuestro país. La extrema pauperización de los salarios de los profesores que, con crecimientos cero en los presupuestos de las instituciones de educación superior, la inflación se comió los sueños de una vida digna, de medianía republicana. Y que sus familias sufrieran su romántico y fundamental oficio del ser educador. Podrían todavía tener la moral en alto de su noble labor, más desde el púlpito presidencial, a aquellos que lo defendían y que nos enseñaban con vehemencia desde las aulas la defensa de la democracia a los que sentados en butacas del salón se nos encendían las entrañas y las ideas; atacaba señalándolos inquisitivamente como neoliberales.

Y entonces los estudiantes, profesores, científicos e investigadores se comenzaron a sacudir el estupor de la traición, cuando el AMLO Presidente, comenzó a atacar la autonomía de los centros de investigación, intentando ideologizar la ciencia. El AMLO revolucionario se nos reveló como un conservador, un dogmático, un tirano con aquellas comunidades que lo acogimos. Ese que, en las imágenes y fotografías de las campañas presidenciales del 2006, 2012 y 2018 vitoreábamos y arropábamos cada vez que pisaba una universidad pública y privada.

Al AMLO candidato que nos llenó de sueños e ilusiones lo mató Andrés Manuel el Presidente. Y entonces, como pasa cuando desde el poder se quiere someter a la inteligencia y al conocimiento, a los universitarios se nos despierta un gen constructor central de nuestra biología política: el gen de la resistencia.

Ya no hay esperanza de recuperar al AMLO candidato, lo intentamos una y otra vez y fracasamos. Solo nos queda la obligación de resistirlo, contando los días para que culmine un gobierno que prometió transformación. Y, desde todas las universidades e instituciones científicas y tecnológicas, así como desde las calles, las aulas y las mesas familiares, declararnos en resistencia y organización.

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