Esta columna está dedicada a todas las mujeres valientes, resilientes y luchadoras, en ocasión del Día Internacional de la Mujer. Su fortaleza y entrega son inspiración para un país que lucha por la igualdad de género y el respeto a los derechos humanos.
No es casual que las campañas electorales para la sucesión presidencial comenzaron priorizando las propuestas en materia de seguridad pública que resaltan la gravedad de la violencia que azota al país. Una realidad inaceptable y vergonzosa que demanda una atención inmediata y efectiva por parte de quienes buscan liderar la nación. En un contexto donde la seguridad ciudadana se ha convertido en una preocupación central para millones de mexicanos, resulta imperativo que Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez Máynez, presenten planes sólidos y viables para abordar esta crisis y brindar un ambiente de paz y estabilidad a la población. Esta priorización también pone de relieve la importancia de abordar las causas estructurales de la violencia, como la desigualdad social, la impunidad y la corrupción.
Durante los últimos seis días, los candidatos presidenciales Gálvez, Sheinbaum y Álvarez han desplegado una intensa actividad discursiva en sus campañas, abordando una amplia gama de propuestas, señalamientos y descalificaciones dirigidas hacia los grupos políticos que representan. En un escenario político marcado por la polarización y la confrontación, cada candidato ha buscado destacar su visión y enfoque para abordar los desafíos que enfrenta México y, a través de sus discursos, han tratado de proyectar una imagen de responsabilidad y compromiso, al tiempo que han culpado a sus adversarios políticos de contribuir al clima de inseguridad y criminalidad que aqueja a la sociedad mexicana.
A lo largo de los últimos sexenios, hemos sido testigos de factores que han contribuido a la creciente ola de criminalidad que afecta a México. Desde la polarización política hasta la instrumentalización de la violencia, pasando por la falta de imparcialidad ciudadana en la comprensión del fenómeno delictivo, estas tendencias han creado un entorno propicio para el surgimiento y el florecimiento de la delincuencia. La escasa certidumbre personal y jurídica de los funcionarios encargados de la seguridad y la justicia, junto con la creciente pasividad y temor en
la sociedad mexicana, han exacerbado aún más la situación. Sin embargo, quizás lo más preocupante sea la obstinación paradigmática de los gobernantes, quienes, en lugar de abordar de manera efectiva las raíces del problema, parecen estar más interesados en mantener su poder y privilegio. Todo esto ha creado una tormenta perfecta de criminalidad que azota a decenas de familias diariamente, sumiéndolas en un estado de angustia y desasosiego del que es urgente encontrar una salida.
El clamor social de justicia se desvanece gradualmente, por triste que parezca. Esta tendencia tiene una lógica innegable, que se hace evidente al observar el trágico destino de al menos 11 madres buscadoras asesinadas hasta este 2024, luego del paso de tres presidentes en el poder. El año pasado, Alan García Campos, Coordinador de la Unidad de Graves Violaciones de Derechos Humanos de la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas (ONU), comentó que, tan solo en el 2023, tres madres buscadoras habían perdido la vida.
Estas mujeres, impulsadas por el amor maternal y la desesperación, buscaron incansablemente a sus hijos. Sin embargo, en lugar de encontrar apoyo y justicia, fueron silenciadas por la impunidad, enviando un mensaje devastador: las víctimas y sus familias no tienen derecho a la búsqueda de justicia ni al reclamo de sus derechos. Por desgracia, en cada periodo presidencial, observamos cómo nuestra sociedad cede más y más libertades a manos de la criminalidad que impera en el país. Nos encontramos en una sociedad asfixiada, donde el aliento de la libertad es cada vez más frágil. Sin embargo, la esperanza reside en la capacidad de transformación que poseemos como sociedad. Solo podremos recuperar este aliento perdido cuando superemos la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno, cuando reemplacemos el egoísmo por la solidaridad que caracteriza a la comunidad unida.
Es necesario unirnos en un grito colectivo, un clamor por la paz y la justicia que resuene en millones de corazones. Y, sobre todo, debemos relegar a los corruptos y cínicos gobernantes al lugar que verdaderamente les corresponde en la historia, para así abrir paso a un futuro más justo y equitativo para todos. Decía Nelson Mandela que: “Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo”, queridas y queridos amigos, los invito a vencer el miedo, si no pronto seremos un país donde el crimen gobierne a través de una política servil como la que ya vivimos en la actualidad.