2564 homicidios durante este último mes, reporta el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Mucho que decir, pero iniciemos con los más básico: en este país, los gobernadores suelen adoptar una de tres actitudes ante el desafío de la seguridad y la violencia, y pocas veces recurren a la opción correcta. La primera, y quizás la más común, es evadir el problema. Es fácil escucharles decir que el tema de la violencia no les compete porque, al tratarse de armas como los cuernos de chivo, eso corresponde al Gobierno Federal. Mientras tanto, se enfocan en problemas menores, como perseguir deudores de pensiones alimenticias, ladrones de poca monta o borrachos. Con eso se lavan las manos.
La segunda actitud, aún más preocupante, los gobernadores se vuelven parte del problema. Algunos acuerdan con los grupos criminales, permitiendo que estos designen comandantes, secretarios y procuradores que les sean afines. Así, garantizan que "el negocio dé para todos". En este escenario, el gobierno local deja de ser un agente del orden y se convierte en una extensión del grupo criminal. Finalmente, está la tercera opción, la que debería ser la norma, pero que tristemente es la excepción: asumir la responsabilidad. Esto implica confrontar a los delincuentes dentro del marco de la ley y cumplir con el mandato de proteger a la ciudadanía. Sin embargo, en México, cumplir con la responsabilidad como gobernante es una rareza. Los gobernadores, no entienden que la violencia se da en su casa, y la gente tarde temprano votará.
La estrategia que está implementando la doctora Claudia Sheinbaum necesita mostrar resultados rápidamente para evitar una embestida política en los próximos 12 meses. Me pregunto cómo estaremos de aquí a diciembre de 2025, considerando este escenario. El reciente nombramiento del responsable del área de justicia en Estados Unidos [Pam Bondi], por ejemplo, manda señales claras. Todos los nombramientos parecen estar diseñados para cumplir con promesas de campaña, y, como siempre, México termina siendo el “el costal de golpeo” en estas estrategias. La relación bilateral podría tornarse más tensa, con mayor agresividad y rapidez en las acciones. Creo que el diálogo será prácticamente inexistente durante los primeros meses del nuevo periodo. Sin embargo, factores globales como la situación en Ucrania u otros conflictos internacionales podrían desviar la atención del próximo presidente de Estados Unidos y, con algo de suerte, dar a México un respiro para reconstruir el desastre que hemos generado en los últimos años en materia de seguridad.
Ahora bien, es preocupante la posibilidad de que Estados Unidos catalogue al narcotráfico mexicano como terrorismo, algo que ya había advertido Donald Trump. Ese cambio de definición traería consecuencias graves, pues otorgaría al problema una dimensión completamente distinta. Lo más alarmante es que muchos criminales no comprenden que la escalada de violencia y el impacto mediático perjudican su propio negocio. Meter Lansky, uno de los grandes mafiosos estadounidenses, lo decía claramente: "Eviten los reflectores". Pero cada acto violento en México genera exactamente eso: reflectores. Mi preocupación más profunda es que el orden criminal en México ha escalado hacia algo mucho más complejo, similar al modelo colombiano. Ya no se trata únicamente de sicarios y cárteles; estamos viendo el surgimiento de guerrillas. En estados como Guerrero o Michoacán, estos grupos no solo operan con fines económicos, sino que están adoptando visiones ideológicas, lo que cambia completamente la ecuación. El impacto de esto no solo transforma la economía local, sino que amenaza con destruir por completo el tejido social del país.

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