En los últimos días, el estado de Sonora ha sido testigo de un acto tan atroz. La imagen de un individuo siendo quemado vivo ha conmocionado a aquellos que transitaban por la escena, dejando a su paso una estela de indignación y asombro. Este crimen indescriptible revela la audacia de la criminalidad, llevándonos a reflexionar sobre el alarmante valor que se le atribuye a la vida en esta nación. En medio de la sorpresa, surge la inevitable comparación con realidades distintas en otras partes del mundo, donde la vida humana posee un significado que contrasta de manera impactante con la despiadada violencia que se manifiesta en nuestras propias calles.
El año 2021 dejó marcado a México con una cifra desgarradora: 33,362 homicidios. Una estadística que, al compararla con los 3,712 homicidios registrados en los 27 países de la Unión Europea, nos obliga a encender las alarmas y reflexionar sobre el dramatismo de estas cifras. México, con una población de alrededor de 130 millones de habitantes, enfrenta una realidad alarmante. La cantidad de homicidios en el país supera significativamente a la suma de crímenes cometidos en una Unión Europea con una población aproximada de 450 millones. ¿Cómo es posible que un país, a pesar de tener una población considerablemente menor, supere en cifras tan drásticas a una extensa unión de naciones?
Las tragedias que han enlutado a cerca de 80 familias cada día en México no solo constituyen una estadística fría, sino que reflejan una realidad que pone de manifiesto la profunda herida social que atraviesa nuestro país. La ineficacia, casi al grado de ingobernabilidad, que se experimenta en muchas regiones mexicanas frente al homicidio (que es el que se mide para obtener los índices reales de peligro y crimen), no solo perpetúa el sufrimiento de las familias afectadas, sino que también coloca a México en una posición que amenaza con socavar la estabilidad y la percepción internacional de nuestra nación.
No cabe duda de que mi tierra natal, Tijuana, enfrenta una realidad alarmante. Con solo dos millones de habitantes, esta ciudad concentró aproximadamente el 60% del total de homicidios dolosos registrados en los 27 países de la Unión Europea en el año 2021. El contraste entre los 2,100 homicidios en Tijuana y los 3,712 en toda la Unión Europea, con una población de 450 millones de habitantes, ilustra el modelo de gobierno del “humanismo mexicano”. Por cierto, en el 2021, Guanajuato concentró 4,333 homicidios, saquen sus propias conclusiones.
Lamentablemente, como hemos expresado en este espacio, la mínima esperanza de ver una luz al final del túnel parece desvanecerse cada vez más, sumergiéndonos en un absurdo que se agrava. El reciente suceso en Sonora, como ha ocurrido en otras latitudes de México marcadas por decenas de mantas y cadáveres dantescos que desgracian al país, no hace más que subrayar la falta de acciones institucionales que deberían partir de esquemas técnicos efectivos. No obstante, la técnica y la estrategia se ven empañadas por decisiones políticas partidistas indiferentes que benefician al gobierno en turno.
La gravedad de este tema se diluye en un juego de culpabilidades institucionales entre gobiernos que representan diversas siglas partidistas. Mi crítica es clara: el gobierno proclama su compromiso contra la violencia, pero sus acciones parecen no interrumpirla. Surge la sospecha de un arreglo tácito entre los partidos mexicanos para lamentarse del tema a expensas siempre de los otros, creando un escenario donde nadie asume la responsabilidad y, lamentablemente, la violencia persiste.
Si no se le presta una atención emergente a esta problemática, México continuará siendo lamentablemente reconocido a nivel mundial como una de las tres naciones con los niveles más altos de violencia. La urgencia de abordar esta crisis no solo radica en las estadísticas de homicidios, sino en la profunda sensación de ingobernabilidad que se extiende por todo el país.
Exsecretario de seguridad
Fundador de AC Consultores
