El regreso de Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos tiene implicaciones profundas para México en áreas como la seguridad, la economía, la migración y la política exterior. Desde su primer mandato, Trump mostró una inclinación hacia políticas unilaterales y una retórica que en ocasiones resultaba desafiante para los intereses mexicanos. A dos días de haber logrado la victoria, Trump ha comenzado a gestar movimientos políticos y sociales que generan desasosiego en gran parte de la élite política del orbe y sobre todo de nuestro país.
Uno de los temas centrales durante la administración Trump fue la migración. Su enfoque consistió en endurecer las políticas migratorias a través de órdenes ejecutivas y presionar a México para implementar políticas de contención. Esto incluyó el controversial programa “Remain in Mexico”, que obligaba a los solicitantes de asilo a esperar en territorio mexicano mientras sus casos eran revisados en los EU.
Para México, la clave para gestionar la presión en este ámbito será trabajar en coordinación con organismos internacionales y líderes de otros países de la región. México podría promover el diálogo y la cooperación multilateral, impulsando alianzas con países de América Latina para desarrollar un enfoque integral hacia el tema migratorio. Asimismo, podría fortalecer su política migratoria mediante la inversión en recursos y en el desarrollo de infraestructura para recibir y atender migrantes, lo que permitiría a México gestionar mejor los flujos migratorios y ser menos vulnerable a las presiones unilaterales de EU.
El combate al narcotráfico ha sido un área de colaboración y, a la vez, de conflicto entre ambos países. Durante su mandato, Trump impulsó políticas de “mano dura” y lanzó amenazas de intervención militar, acusando a México de no controlar a los cárteles. No hay que olvidar que en ese tiempo dos figuras de alto nivel de los sexenios de Calderón y Peña fueron detenidos de forma inédita en la relación bilateral. Una nueva presidencia de Trump podría seguir este enfoque, más aún con esa papa caliente llamada Ismael Zambada. No hay duda que una política de cero tolerancia que priorice la seguridad nacional de EU estará por encima de la colaboración y la diplomacia. En este escenario, podrían esperarse amenazas de designación de cárteles como organizaciones terroristas, lo que justificaría la intervención directa de fuerzas estadounidenses en territorio mexicano, mayor presión para que México realice operativos conjuntos con EU, aún cuando esto implique riesgos para la soberanía mexicana, y un incremento en el uso de tecnología de vigilancia y monitoreo en zonas fronterizas, lo que incrementaría la tensión entre la privacidad y la seguridad nacional.
Así pues, México debe desarrollar una estrategia de seguridad que equilibre la colaboración con EU con la protección de su soberanía. Algunas opciones incluyen fortalecer su sistema de inteligencia y capacidad de respuesta para demostrar independencia y efectividad en el combate al crimen organizado. México también podría negociar acuerdos específicos de cooperación bajo términos claros que aseguren la protección de la soberanía y el respeto a la auto pisoteada legislación mexicana.
La presidencia de Donald Trump representa un reto para México. Frente a una administración que podría adoptar políticas más duras, nuestro país necesita consolidar sus instituciones, fortalecer sus relaciones internacionales y promover una visión económica y social más autosuficiente. De no ser así, los nubarrones que se avecinan más que resolver la sequía en la relación bilateral, serán huracanes destructivos típicos del calentamiento global y con resultados apocalípticos.
Exsecretario de seguridad, Fundador de AC Consultores