No hay nada amable acerca de escribir sobre seguridad en nuestro país, tema por demás urgente y necesario. Si la tendencia de la espiral de violencia continúa, lo cual es muy probable, debido a que no veo ningún tipo de estrategia institucional viable que me lleve a pensar lo contrario, para diciembre del 2024 contabilizaremos en promedio 161,662 homicidios a lo largo y ancho de México. Lo que representaría un incremento del 57% más que en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa con 102,859 homicidios; y un 31% más que en el sexenio de Enrique Peña Nieto con 123,251 homicidios. Por si no lo tenemos claro, los datos mencionados, todos aproximados según el Índice Global de Terrorismo del 2020, posicionan a México como la sexta nación con el mayor índice de homicidios, esto es: 28.37 por cada 100 mil habitantes, quedando por debajo de Jamaica con 44.68, Trinidad y Tobago con 38.57, Honduras con 36.33 y Sudáfrica con 33.46 homicidios, todos, por cada 100 mil habitantes.
Pero pongamos las cosas en perspectiva, en España, por ejemplo, durante el 2019 fueron asesinadas 333 personas tomando en cuenta que su población asciende a 47.35 millones de habitantes. Alemania con 83.24 millones de habitantes contó con 623 asesinados; y en Italia donde conviven 59.55 millones de personas, con todo y la presencia de sus mafias conocidas a nivel mundial, fueron asesinadas apenas 314 personas. Así, para finalizar, en Estados Unidos con 329.5 millones de habitantes, casi el triple de nuestro país, fueron asesinadas 16,425 personas. Por si aún no logramos dimensionar la gravedad del asunto, es 27 veces más probable ser asesinado en México que en cualquiera de los países europeos ya mencionados.
En materia de seguridad y la conservación de la paz, todos los gobiernos tienen en mayor o menor medida, aciertos y desaciertos. No obstante, una crítica que he sostenido durante los últimos tres sexenios, que tuvieron como protagonistas a Calderón Hinojosa, Peña Nieto y López Obrador, tiene como eje medular el auto endoso de los homicidios en general, este es un error no sólo estratégico sino sociopolítico y de procedimientos. Aclaro que con esto no exculpo a los titulares del
ejecutivo de sus labores y deberes. Así, desde una perspectiva inminente y legal, la competencia para investigar los homicidios dolosos de cada región del país recae en el escenario de los gobiernos estatales. Esto significa, pues, a pesar de los críticos del gobierno que no son en sentido literal “los muertos de Calderón Hinojosa… Peña Nieto… y López Obrador” son, en esencia, “los muertos u homicidios de todos y cada uno de las gobernadoras y gobernadores del territorio mexicano”.
La frase que reza respecto al crimen y la violencia: “ese es un tema del orden federal, porque está relacionado con el crimen organizado o el narcotráfico”, es frívola, irresponsable y un tanto estúpida. Por indignante que parezca, con esa ligereza, los mandatarios de los estados se desprenden de su principal responsabilidad como gobernantes, ya que sobre ellos recae garantizar la vida, la integridad y el patrimonio de los ciudadanos. Pero los gobernadores no son tontos, han aprendido a lavarse las manos como el presidente.
Alberto Capella
Fundador de AC Consultores; Exsecretario de Seguridad Publica
Twitter: @kpya