En los últimos días, la atención política se centró en la decisión de Marcelo Ebrard de mantenerse en Morena, según, como la segunda fuerza política dentro del partido del presidente [tema por el que le corrigieron la plana de inmediato]. Por otra parte, Claudia Sheinbaum recibió todo tipo de ataques al dejar que Omar García Harfuch perdiera, sin perder, la posibilidad de ser el precandidato a contender por el gobierno de la Ciudad de México. Cosas de política, hay que ceder para ganar.
Regresemos a Ebrard. En una reciente entrevista con Ciro Gómez Leyva, evadió la pregunta crucial sobre su postura ante la creciente violencia en México, eufemismo de “los muertos de López Obrador”. Hábil en su retórica, el excanciller eludió el tema y optó por destacar las estrategias de seguridad que presentó durante sus giras, proponiendo que Claudia Sheinbaum genere una estrategia sólida con la Guardia Nacional en caso de ganar la presidencia.
Es evidente que Ebrard prefirió esquivar el cuestionamiento, esta evasión es más por falta de interés que por desconocimiento. En fechas recientes, he recibido numerosos comentarios, de todo tipo de personajes, y mensajes que sugieren la existencia de temas más urgentes en México que van más allá de la tan trillada violencia, considerando este último como un asunto importante, pero no central. Estas posturas grises ante la realidad nacional son las que más daño causan a la sociedad, especialmente cuando los recientes números de homicidios dolosos han alcanzado la alarmante cifra de 171 mil 886 en lo que va del sexenio. 171 mil 886 abrazos que no fueron tan exitosos…
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Ignorar o minimizar la gravedad de la situación que vivimos en México solo perpetúa la vulnerabilidad de la sociedad y socava la credibilidad de aquellos que aspiran a liderar el país. En el camino hacia el 2024, es imperativo que la violencia que ejerce el crimen organizado ocupe el lugar central en la agenda política, dejando de ser un tema vedado y abordándolo con la seriedad y la urgencia que demanda.
Desafortunadamente, la percepción ciudadana de que todo está bien en materia de seguridad está fuertemente ligada a la presencia del presidente. Bajo el manto de sus palabras, si el presidente declara que todo está en orden y que la violencia es cosa del pasado, se crea una masa acrítica que sostiene la aparente perfección del ejercicio del gobierno, alimentada por una falsedad que se ha vuelto difícil de ignorar.
La estrategia de seguridad del presidente, hasta el momento, parece limitarse a la dispersión económica de apoyos a las bases de sus seguidores. El aparato crítico del presidente defiende esta táctica como un gran aporte a la disminución de la violencia en el país, argumentando que resuelve las necesidades más básicas de la población. Es fácil para algunos argüir que si el gobierno nos provee de recursos económicos, entonces no estamos tan mal. No obstante, el problema real de México no es simplemente la necesidad de recursos económicos, sino la violencia desatada por el crimen organizado que se apoya en la inactividad presidencial. La enfermedad que se propaga de manera alarmante entre los mexicanos es la indiferencia; mientras discutimos otras cuestiones, la violencia persiste, y la indiferencia se convierte en cómplice silenciosa de la muerte ahora sí de miles de mexicanos.
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Exsecretario de Seguridad
Fundador de AC Consultores