En esta aventura de carácter político y social que inicié hace dos años en Tijuana, he tenido el privilegio de participar en una cantidad de reuniones. Sin embargo, una de ellas, que ocurrió en el pasado mes de octubre, sobresale y puede ser ilustrativa de la realidad que acontece en nuestro país. Al llegar, la conversación recurrente giraba en torno a la defensa del INE, del poder judicial, de nuestra democracia e instituciones, así como del análisis económico del país y la relación con nuestros vecinos del norte.
Durante la reunión, uno de los asistentes, en un acto repentino, le preguntó al atento mesero que nos atendía su nombre. El mesero respondió que se llamaba Armando. El empresario le cuestionó por quién votaría en las próximas elecciones. Armando contestó que por la señora Xóchitl, a lo que el empresario respondió que hacía bien, pues era una persona pensante. Casualmente, tuve que regresar al mismo lugar al día siguiente y, al llegar, entablé una plática con Don Armando. Me contó que, aunque había dicho que votaría por Xóchitl, en realidad pensaba votar por la señora Claudia, siguiendo la recomendación del señor López Obrador. Sorprendido, le pedí que explicara su razonamiento.
Don Armando me explicó que, como mesero, vive de las propinas, y el aumento del salario mínimo le ha permitido mejorar su sustento. Además, sus dos hijos que trabajan en maquiladoras han visto aumentar su capacidad adquisitiva gracias a incrementos salariales; y también mencionó que tanto su mamá, su suegro y su hermana mayor ya gozan del asistencialismo del gobierno, apoyo controlado al que pronto se sumaría él. Por otra parte, comentó, que uno de sus nietos había recibido apoyo como estudiante. En resumen, sentía que el gobierno actual, liderado por López Obrador, había atendido sus necesidades de manera tangible. Ante su relato, le pregunté si no estaba preocupado por la violencia. Don Armando admitió que la violencia era un problema, pero no el principal, ya que no había afectado a su familia.
Don Armando refleja un sentimiento común en muchos sectores de nuestra sociedad. Mientras algunos priorizan temas institucionales, otros valoran más los beneficios palpables y las mejoras económicas que han experimentado, aunque a la larga sean ilusorias. Es una verdad que debemos entender y considerar en el análisis de nuestro entorno. No es tan fácil como decir que la gente votó por su bolsillo, sino por una realidad innegable: existe un gran número de mexicanos que ven en su bienestar inmediato la única respuesta válida para ejercer su democracia hacia el movimiento que seguirá gobernando. Y pregunto: ¿acaso los candidatos en general y sus asesores no lo entendieron?
Por otra parte, la falta de identidad del frente opositor, la influencia del poder gubernamental [con 23 gobernaturas, la Guardia Nacional, la Fiscalía General de la República, 23 fiscalías y numerosas corporaciones municipales], y la participación activa del crimen organizado, crearon un panorama electoral desequilibrado sin precedentes. Así pues, si la oposición no entiende YA la estrategia ciudadana del movimiento en el poder, las elecciones del 2030 se vivirán una vez más como un baldazo de agua fría, como ocurrió este 2024.
Exsecretario de Seguridad
Fundador de AC Consultores