En una de sus conferencias mañaneras el presidente afirmó que, si la reforma electoral no pasaba o era detenida por la SCJN, no pasaba nada. Entonces me pregunto: ¿cuál es la racionalidad para hacer una reforma electoral que le daría una causa común a la oposición y cambiaría los términos del debate público?
Desde un primer momento cuando apareció la reforma electoral, el Plan A, la que proponía cambios constitucionales, se empezó a generar un movimiento opositor, pero a diferencia de otras iniciativas de este gobierno, ésta sí logro amalgamar las diferencias y volver a producir un gran paraguas que se tradujo en una defensa de la democracia. Algo muy abstracto, pero que se pudo concretar en una defensa del INE, con la consigna: “el INE no se toca”. La marcha del 13 de noviembre del año pasado sacó a la calle a una multitud que defendió esa causa. El gobierno de la 4T finalmente ha logrado reconstruir a un adversario que estaba completamente abatido. AMLO les dio causa común a sus opositores. Se detuvo la reforma constitucional, la oposición logró unirse y salir a la calle, el territorio por excelencia de este gobierno. Inmediatamente llegó el Plan B, una reforma a las leyes secundarias. Entre tiempos y enredos, por el abuso de los pequeños aliados de Morena con la cláusula de “vida eterna”, que entró y salió del proceso legislativo, el tiempo se fue hasta febrero. Ya hace unos días se publicó la reforma que abarca modificaciones en seis leyes.
El segundo momento de este proceso se expresó en una enorme concentración en el Zócalo y en muchas ciudades más, la defensa del INE y del voto volvieron a amalgamar a los opositores el pasado 26 de febrero. Estamos ante un movimiento que crece y que se conectará con la sucesión presidencial de 2024. Hemos entrado a la fase del litigio jurídico en contra del Plan B, múltiples recursos de controversia constitucional e impugnaciones están en las puertas de la SCJN.
AMLO ha sido un presidente popular y poderoso, que ha generado una suerte de hiperpresidencialismo, en donde los contrapesos se han debilitado. La voluntad presidencial ha sido el eje de conducción de las políticas y la narrativa del Ejecutivo se ha vuelto hegemónica en el debate público. Al mismo tiempo, también se han multiplicado las críticas. A lo largo de estos años el país ha entrado en un clima de confrontación. Se le llama polarización a la operación que mete la compleja realidad en dos denominaciones contrapuestas: blanco y negro, los que apoyan la transformación del país y los conservadores que se oponen al cambio; el pueblo contra las élites se diría en clave populista. Por supuesto que el líder, AMLO, es el representante del pueblo y así lo avalan las encuestas en donde su aprobación ronda entre el 55 y el 60%. A pesar de que sus políticas están reprobadas —la ciudadanía tiene opiniones negativas sobre violencia, corrupción, desigualdad, impunidad— el presidente, autor de esas políticas, está separado en una operación extraña que se compone de afectos, emociones, discursos, y está vinculado a la estrategia de los programas sociales que reparten recursos económicos.
La reforma electoral y las marchas opositoras han empezado a cambiar los términos del debate, porque ya no son fifís contra chairos, pobres contra ricos, o élites contra el pueblo, sino democracia vs autoritarismo. Aquí es donde AMLO se equivocó, porque no sólo generó una reactivación opositora que estaba desarticulada y débil, sino que fracturó su propia hegemonía. Los argumentos de que se quiere acabar con la “burocracia dorada” del INE, no alcanzan a justificar el desmantelamiento de una institución que, a pesar de sus excesos y errores, ha logrado una aceptable institucionalización electoral en el país. Ahora está en cuestión la organización de los comicios con certeza; se debilitan los procesos, se precariza la dinámica electoral y vuelven a surgir dudas de que vayamos a elecciones democráticas.
La descalificación de AMLO en contra de algunos consejeros y la respuesta, dejan claro que detrás de todo solo hay viejos pleitos y odios. El Plan B sí cambió el escenario y el debate…
Investigador del CIESAS.
@AzizNassif
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