Llegó a las salas de cine la película La Civil, dirigida por la rumana Teodora Mihai. No pudo ser en un momento más oportuno, justo cuando el registro de personas desaparecidas en México da la noticia de que se han rebasado los cien mil casos. Es la historia de una madre que busca a su hija secuestrada por el crimen organizado, la tragedia de decenas de miles de madres en nuestro país.
La actriz principal de la película, Arcelia Ramírez, dijo en una entrevista que este film es una “ficción que se alimenta de la realidad”. La Civil no es un documental, sino la historia de una realidad que nos asalta a diario: crimen organizado, impotencia, contubernio de las autoridades, policías inútiles, círculos crecientes de violencia, redes de componendas, cementerios con restos de víctimas, funerarias saturadas de cuerpos destrozados, militares con intervenciones brutales, en suma, vidas que no son dignas de ser lloradas, como dice Judith Butler.
Quizá, Karla Quintana, la titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, podía haber sido parte de los guionistas de La Civil. Esta funcionaria se enfrenta al país cruento en el que nos hemos convertido, dice que: “el hecho de que podamos estar hablando de 100 mil (reportes de personas desaparecidas y no localizadas) es un avance, existe un registro que no existía, ahora se están contando”, (Proceso 2377, 22/05/ 2022).
La Civil se presentó en el festival de Cannes en julio de 2021, hace diez meses, y ahora por fin ha llegado a las salas de cine en México. Este film generó una ovación de pie de más de 8 minutos, fue extraordinario. Mientras tanto las tragedias en nuestro país se acumulan y rebasan cualquier ficción imaginable. El cine y la realidad muestran a un país en descomposición en donde cada día hay matanzas y desapariciones, en donde las cifras son un aproximado, porque como sucede con el número de fallecimientos por la pandemia, las personas desaparecidas son muchos más que las cien mil registradas. La necesidad de una política integral es una demanda de los colectivos de búsqueda, pero como sucede con el asesinato de periodistas y su mecanismo de protección, las instituciones y las autoridades que deben resolver esta tragedia, han fracasado de forma rotunda. Tenemos un país donde hay más de 100 mil desaparecidos y sólo 36 sentencias.
La Civil es una mirada asfixiante de lo que viven las madres que buscan a sus hijos. Con una estética oscura, planos secuencias e intensas tomas de primer plano, se construye una historia que es síntesis de muchas historias y, al final, queda la sensación de que no hay salida a esta espiral de violencia. Cuando intervienen los militares, que son los que se enfrentan al crimen en la película, el resultado es más violencia. Las policías locales de esa ciudad mediana o pequeña, son un cero a la izquierda. La búsqueda la hace una madre, ella investiga, se arriesga, se expone hasta el limite de sus fuerzas y capacidades, termina aliada con los militares; escarba en las fosas clandestinas, y lo único que logra es que la autoridad le entregue una parte del cuerpo de su hija, una costilla, para que pueda realizar el ritual funerario. La señora Cielo, Arcelia Ramírez, vive paradójicamente un infierno que le cambia la vida. Esa visión de que el “cine es mejor que la realidad”, como se llama el libro de Emilio García Riera, no se cumple en este caso, ese es quizá el valor de La Civil, que no hace concesiones con nadie. Una frase que se repite en la película como advertencia es “esto se puede poner feo”. La señora Cielo se enfrenta a un mundo poblado de miedos, de vecinos cómplices del crimen y de autoridades que no logran hacer frente a los criminales.
Las expresiones de las múltiples violencias aumentan en esos pueblos, ciudades y barrios atrapados en un túnel que no tiene salida. Ese es el país que vivimos: cada día hay más territorios controlados por el crimen. Cuando escuchamos a las autoridades con las cifras de delitos a la baja, parece que hablan de otro país. Mientras aquí seguimos contando muertes y desaparecidos…