El presidente Andrés Manuel López Obrador ha confirmado este 5 de febrero que él será un factor decisivo en estas elecciones, y que prácticamente estará de forma simbólica en los comicios para convertirlos en un referéndum: según su narrativa es apoyar a la 4T y a Morena para seguir con la transformación o, por el contrario, regresar a un pasado de abuso y corrupción.

Para lograr ese objetivo AMLO toca el pandero y quiere cambiar el final de su sexenio, es decir, en lugar de terminar sus pendientes y hacer el balance de lo que se logró y lo que falta por hacer, se ha embarcado con un gran paquete de 20 reformas constitucionales que pretenden cambiar las reglas del juego en temas muy importantes para el país: reformas al poder judicial; a las reglas electorales (el plan A); a las condiciones de bienestar (salarios, pensiones, vivienda); suprimir órganos autónomos, ¿cuáles? (por “onerosos y elitistas”); apuntalar los programas sociales en la Constitución; otra reforma eléctrica; pasar la Guardia Nacional en la Sedena; promover trenes de pasajeros, entre otras. En suma, se trata de amarrar el futuro de la 4T. Es una agenda de gobierno a menos de 8 meses de terminar el sexenio.

Hay diversas interpretaciones sobre esta estrategia y pueden ser complementarias. Una señala que el presidente quiere estar en la campaña y marcar la agenda del debate, como lo ha hecho en estos años desde su conferencia mañanera, y heredar sus proyectos al próximo gobierno. Otra que dice que no hay que preocuparse porque AMLO y su partido no tienen los votos suficientes para cambiar la Constitución, y aquí viene la idea del objetivo de conseguir mayoría constitucional el 2 de junio y a partir del 1° de septiembre aprobar esas reformas. Otras versiones señalan que toda la movida es simbólica, se sabe que no pasarán las reformas, pero ya se ha empezado a ver que las oposiciones consideran conveniente apoyar algunas reformas, como la de pensiones.

Investigador del CIESAS.

@AzizNassif

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