Desde que hay elecciones competidas y pluralismo en México hemos visto campañas sucias, polarización política, divisiones sociales en torno a candidatos y partidos, pero quizá no se había visto de forma tan fuerte una polarización en el sector académico y cultural como la que ha sucedido en estos días.

Uno de los mecanismos más usados es hacer cartas y manifiestos con los abajo firmantes para diversas causas, sin embargo, hasta donde recuerdo, estas expresiones lograban una visión más o menos homogénea en torno a la defensa de valores democráticos. Lo que hoy sucede se puede entender en una coyuntura electoral muy particular. Estas elecciones serán las mayores en número de electores, en puestos de elección, en la cantidad de casillas. Pero, lo más importante es que se juegan proyectos de país diferenciados en temas críticos para el futuro. Ninguna opción plantea dejar la estrategia exportadora, pero con la relocalización vienen definiciones que habrá que tomar y en dos años llegará la revisión del T-MEC.

Sí están a debate los términos que debe tener un estado de bienestar, en donde el oficialismo defiende lo avanzado (aumento del salario mínimo, reforma laboral, programas sociales), y la oposición critica los temas de salud y educación, políticas que califica de muy malos resultados.

Como el país que se ha galvanizado en dos amplios bloques, también el sector intelectual y de la cultural toma partido en torno al eje democracia o autoritarismo. Esa es la demanda principal que establece en las dos cartas de apoyo a las candidaturas de Xóchitl y Claudia. Para la oposición se pretende “extender la deriva autoritaria durante el próximo sexenio”; para el oficialismo se considera que la “transformación de la vida pública es producto de un movimiento profundo, amplio, plural que surge de las luchas por la democracia y la justicia”. Vemos que muchos intelectuales, que antes firmaron desplegados de forma conjunta para defender la democracia y la justicia, hoy están completamente divididos en dos bloques irreconciliables.

Cuando se escucha al oficialismo hablar del segundo piso de la transformación parece que estamos frente a un país que niega muchas realidades dolorosas que nos inundan. Del lado opositor no se reconoce prácticamente ningún resultado positivo. Lo que nos ha llevado a esta polarización es, por una parte, la enorme desconfianza que se ha desarrollado en el sistema político entre los mismos actores; y, por la otra, la estrategia de ataque y defensa de la 4T frente a escasos resultados en materia de combate a la corrupción, inseguridad, bajo crecimiento económico y malísimo sistema de salud.

Los avances en el aumento al salario mínimo, la disminución de la pobreza, la universalidad de la pensión para adultos mayores, son lo más rescatable de este sexenio, pero hay que contrastarlo con los factores negativos: como la enorme militarización, el populismo presidencial y las pretensiones de un cambio de reglas político-electorales que pueden llevar a una mayor concentración del poder, así como la absurda política de soberanía nacionalista que ha llevado a una crisis en Pemex y CFE.

Se ha construido una trampa de la que no hemos podido salir (reivindicar la redistribución y maltratar la democracia). El oficialismo reivindica correctamente las banderas de la justicia y la redistribución del ingreso con el lema, “por el bien de todos, primeros los pobres”. Sin embargo, vemos que los resultados en la materia son relativamente bajos: sí hay menos pobres, (5%), pero la pobreza extrema está igual y la concentración de la riqueza de los más ricos ha crecido de forma considerable. No se hizo una reforma fiscal para fortalecer el Estado de bienestar que se necesita. Sin embargo, con la narrativa de la 4T parece que se está haciendo una gran transformación, cuando en realidad sus resultados son modestos, pero el costo en el clima de polarización y de enfrentamiento, ha sido altísimo.

¿Puede la elección del próximo domingo ayudarnos a salir de la trampa polarizadora o nos llevará a un mayor grado de enfrentamiento? Entre más alta sea la participación, mayor será la posibilidad de reconstruir al país. Vayamos a votar y ojalá el 3 de junio tengamos un resultado legítimo para todos…

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