Cuando parecía todo perdido para los demócratas, dieron el paso necesario para competir contra el trumpismo, que ya se sentía de regreso en la Casa Blanca. Trump es como un veneno que se esparce y parecía que nada lo detendría. La decisión del presidente Biden de dar un paso al costado y apoyar a Kamala Harris, su vicepresidenta, fue estratégica, y necesaria y el escenario dio un giro de 180 grados. Llegó un antídoto, “yes we kam”, dice un cartel en memoria a la famosa consigna de Obama.
Los apoyos de los delegados a la convención demócrata de agosto se fueron acumulando en cascada y la recaudación de fondos rompió récords. Las primeras mediciones colocaron a Kamala dos puntos arriba de Trump, 44 contra 42 (Reuters/Ipsos poll). Se anuncia una campaña muy reñida y de alto contraste. Difícilmente podía haberse dado una competencia entre dos candidatos tan diferentes. Kamala es una mujer de origen indio y jamaiquino, de padres académicos, con posiciones muy progresistas, a pesar de algunos errores en su carrera. Ella misma definió a Trump con precisión de relojero: “Como fiscal, me enfrenté a criminales de todo tipo: depredadores que abusaban de mujeres, estafadores que engañaban a consumidores, tramposos que violaban las reglas para beneficio propio. Así que escúchenme bien: conozco a los tipos de la calaña de Trump” (EL UNIVERSAL, 24/07/2024).
La disputa será como un paradigma, de un lado la democracia plural y el progresismo versus una ultraderecha radical, xenófoba y racista. La llegada de Kamala le dio fuerza y ánimo a una campaña demócrata que estaba en picada. A pesar de que Biden ha sido un presidente con importantes logros económicos y sociales, la polarización política ha llevado las preferencias por otras vías: hacia las emociones de una agresiva agenda de ultraderecha que se ha fortalecido. Trump ya no solo es un peligro para Estados Unidos y para el mundo, sino su legado de trumpismo sin Trump. Su candidato a la vicepresidencia, Vance, es como muchos otros políticos jóvenes reaccionarios y acomodaticios, que se subió a la ola de una derecha radical muy peligrosa tanto por su violencia, el negacionismo y sus ataques a los derechos humanos de las minorías.
La complejidad de Estados Unidos, su multiculturalidad y los avances de las minorías peligran ante una agenda plagada de simplismo, proteccionista y con un rancio nacionalismo. Para México tener a Trump en la presidencia puede ser una amenaza permanente, se trata del tipo que le hace bullying a todo el que puede; obligaría a una alerta permanente al nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum. En la geopolítica internacional Trump es una amenaza para Europa, la OTAN y otros organismos internacionales. Su poca claridad frente a las necesidades de defender a Ucrania y a Palestina, inclinarían peligrosamente la balanza hacia el lado autocrático.
La campaña será muy ruda, de fuerte confrontación porque es una de las elecciones más importantes que enfrenten los estadounidenses en décadas y, a pesar de que se ha repetido mucho, la democracia está en un grave riesgo. A Trump ya se le conoce y una segunda presidencia sería más radical, más destructora, como se ha anticipado en sus discursos de campaña, donde anuncia un ánimo de venganza. El cambio de escenario ha modificado la agenda y las perspectivas: atrás quedó el enfrentamiento entre dos viejitos blancos que competían por un mejor tiro en el golf, y se ha mudado hacia una lucha entre la legalidad y la violación al Estado de derecho, entre el pasado y el futuro. Trump es ahora un expresidente convicto y resentido que inyecta odio y promete revancha por el supuesto fraude en 2020 que nunca sucedió.
Además de la lucha política, esta campaña será una lucha cultural, entre los grupos más conservadores, los evangelistas, las industrias armamentistas, los negacionistas del cambio climático, los xenófobos, en contra de las luchas de las minorías, el feminismo, el ambientalismo, los derechos humanos y la democracia liberal. El contraste es abrumador y por eso la polarización llegará a niveles no vistos hasta ahora. Esperamos que Kamala sea la líder de un movimiento que pueda detener al trumpismo, cabeza de la ultraderecha a nivel global. Valga la metáfora, pero un triunfo de Kamala Harris sería como un nuevo desembarco en Normandía.
Investigador del CIESAS. @AzizNassif