Resulta curioso observar de qué forma los partidos políticos en México acomodan sus instrumentos de selección de candidatos a metodologías extrañas. Después de muchos años de reformas electorales no se ha logrado tener mecanismos democráticos de participación para que la ciudadanía seleccione a sus candidatos, como un contrapeso a la selección-imposición que hacen las élites dirigentes. Estamos instalados en la etapa shumpeteriana de la democracia mexicana, es decir, la ciudadanía vota por las propuestas que le hacen las élites dirigentes de los partidos.

La situación de hoy me recuerda lo que se vivió en 1999, cuando surgió la peregrina idea de que la oposición tuviera una sola candidatura para la sucesión presidencial de 2000. En ese momento se planteó el dilema del método entre una encuesta o una elección, para decidir quién representaría al PAN y al PRD, si Vicente Fox o Cuauhtémoc Cárdenas. Al final no se llegó a un acuerdo y cada partido se fue con su candidato. Hoy, con todas las diferencias posibles, el partido gobernante y su líder presidencial han decidido ir por la ruta de la encuesta, de acuerdo con los estatutos de Morena, como un método para elegir sus candidaturas. La oposición que agrupa el Frente Cívico Nacional ha decidido proponer una elección para elegir su candidatura. Curiosa paradoja: desde posiciones de mucha debilidad se decide que la tabla de legitimidad necesita tocar algún mecanismo de participación democrática.

En Morena el domingo pasado quedaron instaladas las reglas del juego para elegir su candidatura. El partido dominante dice que con las encuestas ha tenido éxito en las gubernaturas y en la mayoría de las experiencias han salido victoriosos. También hay casos problemáticos, aspirantes que han sido excluidos del ejercicio; en otros casos ha habido inconformidades y premios de consolación (caso de Sheinbaum contra Monreal por la candidatura para la jefatura de la Ciudad de México en 2018); también se han dado rupturas, como sucedió con el caso de Mejía en Coahuila. Ha habido casos de emergencia, como en Guerrero y Michoacán el año pasado, donde se han anulado candidaturas y las sustituciones se hacen desde la cúpula del partido.

Las encuestas en la política son un instrumento útil para conocer climas y preferencias, pero, al mismo tiempo, tienen márgenes de error considerables, como acaba de suceder con el caso del Estado de México. En cualquier hipótesis una encuesta no es un instrumento democrático de participación; se reduce a una muestra estadística y expresa el momento de la medición, nada más. No es una ruta para que “el pueblo decida”, esa es una imagen falsa. De cualquier forma, cuando se ve cómo se conformó la lista de candidaturas se puede comprobar una selección de los precandidatos que obedece a los liderazgos. Serán 5 encuestas (una oficial y 4 como espejos); habrá registros y renuncias, luego vendrán 70 días de precampañas y el resultado “inapelable” se conocerá el 6 de septiembre. Tendrán que ser promociones “austeras” (¿de dónde saldrán los recursos y quién los fiscalizará?); no habrá debates; no podrán estar en medios “conservadores” y “reaccionarios” a la 4T (cualquier cosa que eso signifique). En teoría se pide una competencia solidaria, sin ataques, con respeto a los contrincantes, sin gastar mucho, sin intervención del dinero público y sin la participación de funcionarios de alto nivel de los diferentes gobiernos. En la práctica tenemos meses en donde hay una abierta promoción, mucho dinero invertido y abiertas preferencias de gobernadores, legisladores y funcionarios. Al mismo tiempo, todo el proceso pasa por una enorme simulación, se cambian los nombres con el fin de disfrazar procedimientos que van contra las reglas del juego, porque se adelantaron todos los tiempos y plazos. En los próximos tres meses observaremos cómo el oficialismo resuelve y enfrenta esta forma de selección de su candidatura rumbo al 2024.

En suma, las encuestas son rutas complicadas de transitar para un sistema de partidos políticos que no han logrado tener métodos democráticos de participación. Veremos cómo sale este experimento de las encuestas contra el dedazo…

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