Cuando se pensaba que el bloque opositor había detenido la reforma electoral del presidente López Obrador, con todas sus cargas negativas, llegó el plan B y fue como la escena del Titanic que no vio a tiempo el iceberg que debilita al sistema electoral en su conjunto.

Como una bola rápida, con una urgencia ficticia que viene de las obsesiones de Palacio, se presentó la iniciativa de reforma electoral con una dispensa de todos los trámites legislativos, no se pasó por comisiones ni tuvo lecturas previas y se subió directamente al pleno para su votación. En la mayoría de los casos se votó sin conocer la iniciativa, así de profesional se hizo el trabajo parlamentario. Se procedió como lo hacía el viejo PRI cuando era partido dominante. Así construye la 4T los “consensos democráticos”. Luego de aprobarse por la coalición morenista el plan B se envió al Senado y ahí están puestos todos los reflectores que miran hacia el senador Monreal, casi como el fiel de la balanza. Si no existiera el conflicto interno en Morena con ese senador, que desea ser candidato a la Presidencia, pero AMLO no quiere, es probable que en la cámara alta se hubiera dado ya otro fast track.

Otra parte de este plan B se cocinó en los oscuros laberintos de intereses inconfesables para conseguir el voto de los partiditos que acompañan a Morena. Regresar a los certificados de vida eterna para el PT y al PVEM, asegurarles su registro mediante el traspaso de votos de las coaliciones; lo importante es que sigan esos negocios políticos con careta de partidos. Además, se permitiría usar remanentes de los recursos públicos para financiar elecciones subsecuentes. En el Senado se detectó esta trampa y ahora se pretende detener esas violaciones. La cámara alta dice que hay “bloques de inconstitucionalidad” y ya se han detectado alrededor de 70 errores que no proceden por estar en contra de la Constitución. Un plan B tramposo y contradictorio.

Hay una mezcla extraña de objetivos en esta reforma a seis leyes (una de ellas completamente nueva) para cambiar el sistema electoral y el sistema de justicia. A pesar de que no se pudo hacer el ajuste a la Constitución, ahora es a través de las leyes secundarias. Se quiere modificar el régimen de los comicios en México, la manera de organizar el proceso, los organismos, la penalización, la comunicación política y otras piezas que durante años —de ensayo y error— fueron generando mejores comicios. Mediante procedimientos que compactan estructuras del INE se reducen espacios institucionales y generan un debilitamiento de la ingeniería electoral. Todo indica que fue un plan que se hizo sobre las rodillas, es decir, sin ningún diagnóstico, pero sí con muchos prejuicios sobre los organismos autónomos. Se mantiene la obsesión por una austeridad que se ubica por encima de los objetivos democráticos, porque la consigna es que salga más barato, aunque no salga bien. Al mismo tiempo, se debilita la fiscalización de los recursos, como una regresión que seguramente propiciará simulación en la rendición de cuentas. Se precariza el servicio profesional del INE, que junto con la ciudadanización, han sido una parte fundamental para que haya elecciones confiables y transparentes. También se ponen algunos dulces, como la ampliación de derechos para grupos vulnerables. Pero no se hacen reformas necesarias, como la democratización de los partidos políticos con elecciones primarias, campañas con más debates y menos spots, impedir que la delincuencia se meta en las elecciones, una justicia con más calidad, etcétera.

Con esta reforma AMLO ha invertido las prioridades, para él lo importante es tener un árbitro que no moleste, que deje al gobierno y su partido hacer precampañas de forma anticipada; que se penalice a los que critiquen al gobierno; que se aflojen los controles de la fiscalización para poder tener márgenes de financiamiento sin la molestia de reportar en línea el mismo día, porque ahora se quieren plazos de 20 días para rendir cuentas. En suma, se trata de hacer un sistema electoral a modo del nuevo partido dominante, Morena, que cada vez se parece más al viejo. El Titanic electoral ¿llegó para quedarse?

Investigador del CIESAS.
@AzizNassif


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