Si algo está en un proceso intenso de cambio en México es el mundo laboral. Se podría decir que en ese espacio de la vida social sí ha habido un cambio de régimen, es decir, se han modificado las reglas, con reformas constitucionales y legales, se han transformado las instituciones que regulan la organización del trabajo y, hay un nuevo panorama en el sindicalismo del país. A diferencia de otros espacios y políticas regresivas de este gobierno, la cuestión laboral se ha movido de forma progresista en este sexenio.
El día de ayer, 1º de mayo, terminó formalmente el proceso para legitimar los contratos colectivos de trabajo y dejar atrás la simulación de los contratos de protección, que eran mayoritarios. En el primer trimestre del 2022 había 4 millones 869 mil 45 personas con pertenencia a algún sindicato, según datos del Inegi. La legitimación de los contratos de trabajo se instaura mediante el voto secreto y directo, como una conquista fundamental para que pueda existir democracia en el mundo laboral. Cada trabajador de un sindicato, tanto del Apartado A como del B, tienen que votar si están de acuerdo o no con su contrato de trabajo. El nuevo Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral (CFCRL) ha dado a conocer que este proceso suma ya 15,742 contratos legitimados; 4,612 sindicatos registrados y 3, 094, 934 trabajadores consultados.
Las piezas del régimen laboral, reglas, procedimientos y resultados, están asentadas en un conjunto de tres factores: hay otro sistema de justicia con procedimientos orales del poder judicial en lo local y en lo laboral; una contratación colectiva real, que deja atrás los contratos de protección y las directivas verticales del viejo corporativismo; y la democracia está garantizada mediante el voto secreto y directo garantizado por la autoridad. El proceso de legitimación ha tenido sus partes complicadas, como el famoso caso de General Motors, en donde se tuvo que repetir la votación. Hace unos días se volvió a repetir un caso similar en la empresa Goodyear en San Luis Potosí: el sindicato de la CTM se robó las urnas; se realizará otra elección con observadores nacionales e internacionales.
Este mecanismo de legitimación cambia de forma radical el viejo régimen, y mete al sindicalismo en una dinámica democratizadora, porque cada dos años se tendrá que hacer un nuevo procedimiento, una ratificación para las revisiones de contrato.
Si observamos los años que ha llevado tener un régimen electoral democrático, se entenderá que el mundo laboral se encuentra en una acelerada transición, con muchas dificultades porque las reglas cambiaron y su implementación se ha llevado a cabo en un lapso de tiempo relativamente corto, pero la cultura laboral tardará mucho más tiempo en transformarse. Se traslada el poder sindical de los abogados laborales y de los gerentes de las empresas, a los propios trabajadores con su voto.
También hay efectos directos, pero todavía hay un piso disparejo. Por ejemplo, ha subido el salario mínimo en todos los años de este sexenio, y se calcula que hay efectos positivos en los incrementos al salario contractual del sector privado, sin embargo, en el sector público hay un panorama completamente distinto, de maltrato. El aumento salarial ha estado por debajo de la inflación de forma sistemática; además se han suprimido el seguro de separación individualizada y el seguro médico privado, por lo que los trabajadores del sector público tienen que ir al ISSSTE, un servicio de salud muy deficiente. Especialistas en este tema señalan que una forma de medir la calidad de un sistema de salud es ver el tiempo de espera de los pacientes para cualquier procedimiento, y ahí se verá nuestra precariedad. Otra de las partes flojas de este nuevo régimen laboral está en los espacios locales, que tienen mucho menor calidad respecto del espacio federal. En lo local se encuentran una enorme cantidad de trabajadores: albañiles, meseras, informales, que todavía están lejos de un régimen de justicia y democracia laboral.
Así va hoy el mundo laboral, al inicio de una enorme transición…