Cuando el cine se mete en la política lo hace desde un documental hasta un drama, pero también lo puede proyectar como una sátira o una comedia. La última película de Luis Estrada, ¡Que viva México!, es una comedia negra, una caricatura extrema, una visión del país y de lo que somos los mexicanos, según lo ha dicho el director en diversas entrevistas. Si la intención es mostrar una “idiosincrasia” mexicana, se trata de un reto casi imposible de resolver. Quizá no es la mejor película de este director, pero si la más ambiciosa.
El cine de Luis Estrada ha mostrado desde el poder corrupto del priismo, las desigualdades sociales, la violencia del narco, la manipulación mediática, hasta llegar a la actual polarización. Esta es una película muy larga, más de tres horas (191 minutos), y llega envuelta en dos polémicas que se han hecho públicas: una de carácter más técnico sobre la exhibición, si pasaba o no en salas de cine antes de estar en plataformas; y la otra, de tipo político, ¿por qué no hubo apoyos públicos a este proyecto?; ¿quién tiene razón en el litigio, el director o las instituciones cinematográficas del actual gobierno? La primera se resolvió, ya se estrenó en 3200 salas del país; pero la segunda, como cualquier película, tiene múltiples lecturas.
La sátira y la caricatura son el género seleccionado para mostrar un país en donde prácticamente nadie sale bien parado: ni pobres, ni ricos, ni clasemedieros, ni el cura, ni la autoridad, todos son ambiciosos, ventajosos, abusivos. Esta historia de una familia de pueblo muestra a un conjunto de personajes miserables, cercanos a la película italiana de Ettore Scola de 1976, Feos sucios y malos. Como en una lotería se observa al patriarca, a la madre, la abuela, la beata, el trans, el narco, el poeta, el mariachi, el retrasado, junto con el político, el policía, el empresario, el cura, personajes de un país visto a través de dos territorios, la opulencia urbana y la miseria rural. Las conexiones se dan a través de un integrante de la familia que se fue a la ciudad, dejó atrás su origen y logró llegar a la gerencia de una importante empresa. Sin embargo, cuando muere el abuelo regresa como un hijo pródigo, pero resulta ser el heredero universal de su abuelo y ahí inicia el drama de las envidias y las ambiciones. Así, mientras la familia se hace pedazos en una batalla campal, los que ganan el negocio son los extranjeros que se quedan con todo el pastel.
En la filmografía de Estrada hay una quinteta que recorre el país, desde el alemanisno hasta nuestros días, desde La Ley de Herodes, hasta ¡Que Viva México! No me parece que la polarización sea la temática que estructura su último film, tampoco la crítica al actual presidente, sobre el que hay varias alusiones. El fondo que se muestra de principio a fin es el de una lastimosa continuidad. Frases como: “Este gobierno me recuerda tanto a los anteriores”, deja ver a un país que sigue arraigado en sus más profundas tradiciones, en la visión de Estrada. La corrupción está igual, porque en “este país no hay nada que no se arregle con dinero”. Los estereotipos de los clasemedieros ambiciosos y arribistas, el empresario que sólo le interesa su riqueza y sus perversiones, el cura cómplice, el político oportunista y corrupto. Ese rompecabezas está simbolizado en un pueblo con todas sus figuras emblemáticas, como la policía, el prostíbulo, la presidencia municipal, la cárcel y la mina abandonada. Suenan los discursos de AMLO, pero como una referencia cotidiana para la burla, los términos de “fifís”, “el pueblo bueno y sabio”, “el fin de la corrupción”, que se contradicen con una realidad polvosa de ese territorio que se llama “la prosperidad”, donde nada cambia a lo largo de generaciones, porque todo se resuelve debajo de la mesa, con violencia y con las ventajas del que tiene poder.
No sé si Luis Estrada logra expresar la diversidad de un país cada vez más complicado y menos esperanzado. ¡Que viva México! es la caricatura de la última ilusión de cambio, que ha terminado, como dijo el director en una entrevista, en una enorme desilusión. AMLO ya dijo que era un “churro”, no comparto su opinión …