Con las próximas elecciones del 6 de junio pasa como con la canción de Joaquín Sabina: “y con tanto ruido no se oyó el ruido del mar”. La lucha por el poder que se expresa en obtener votos y mayorías para gobernar, suele llenarse de tantas expresiones, noticias (falsas y reales), rumores, opiniones, encuestas y deseos, que lleva a un estado de aturdimiento. La ciudadanía necesita informarse y optar para emitir su voto, pero hay tantos distractores, que se vuelve complicado tomar una decisión.
1. El proceso electoral de 2018 marcó un cambio de proyecto de país que se expresa a través del gobierno de la 4T. Varios de los ejes y discursos de esta administración apuntan hacia un regreso del Estado; se trata de modificar, en la medida de lo posible, la racionalidad del modelo neoliberal (que no sólo es un modelo económico). El proyecto que se construye es contradictorio, tiene cambios, pero también inercias y enormes obstáculos. Este proceso ha generado una gran polarización. Como en el tango se necesitan dos para el baile, y hay dos narrativas dominantes, la presidencia de AMLO confronta a la oposición (“adversarios”, “los conservadores”) a la que señala diariamente, y el bloque opositor, heterogéneo, milita en contra del gobierno con distintas expresiones y medios. La narrativa pública se llena de oposiciones, principalmente entre AMLO y algunas élites económicas y políticas.
2. Llegamos a las elecciones intermedias construidas sobre esta polarización y los bloques se conforman a favor y en contra de la 4T. El referente principal es el proyecto gubernamental y la oposición se ubica en su contra. Se quiere detener el proyecto, pero no se opone otro contenido, quizá porque los resultados de los gobiernos anteriores —que perdieron en 2018— dejaron un saldo muy negativo. Al PRI y al PAN les resulta casi imposible ponerse como ejemplo, no pueden pedir el voto para regresar a la “guerra contra el narco” de Calderón o a la enorme corrupción de Peña Nieto. Por eso, concentran su atención en señalar los “excesos” y la concentración de poder del presidente.
3. La expresión política de esta narrativa es la formación de una suerte de bipartidismo, porque a pesar de que hay diez partidos, las opciones se reducen a dos bandos, a favor y en contra de la 4T y AMLO. Las demás opciones se ubican en las orillas, los tres nuevos partidos que van solos, sin una alianza en su primera competencia, pero giran en la órbita gubernamental, y el único que va por su cuenta es Movimiento Ciudadano, una opción que trata de salirse de los dos bloques.
4. Este enfrentamiento bipartidista, por llamarle de alguna forma, concentrará la mayor parte de las opciones de voto. Han quedado al margen también las candidaturas independientes. Sin embargo, la lógica de las campañas, mensajes y los 19.5 millones de spots, así como las siglas partidistas, no explicarán este proceso electoral, porque las claves con las que se entendía el sistema de partidos antes de 2018, ha cambiado. Para decirlo de forma sencilla, hoy las alianzas contra-natura entre PRI y PAN, los chapulines que brincan de partido en partido, las trayectorias que forman las dos coaliciones y sus satélites, no se explican por la lógica partidista, sino por la polarización política, por la fragmentación ideológica.
5. La lucha por el poder, tanto para la cámara de diputados, como para las 15 gubernaturas y el resto de las elecciones locales, provocará un clima político de mucho ruido que nos proyectará un país en blanco y negro (como en el viejo cine), una confrontación entre “conservadores y progresistas”. Detrás del ruido el dilema será entre detener la concentración de poder de AMLO o consolidar el proyecto de la 4T. Con el resultado electoral del 6 de junio se gobernará la segunda parte del sexenio. Cada elección local tendrá su propia historia singular, pero la pelea estelar será por lograr la mayoría en la cámara de diputados.
“Mucho, mucho ruido… tanto, tanto ruido”.
Investigador del CIESAS.
@AzizNassif